60.LO QUE HABITA EN…

…LAS PROFUNDIDADES

-¡Mi Rey! –llamó Olazir, el arpa temblaba en sus manos- Las hordas de Kashiri han atravesado los muros. ¡El palacio de Ámbar va a caer!

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Comosu I había cambiado desde que ascendió al trono. De cara al público parecía un muchacho malcriado y orgulloso, pero en privado Comosu se mostraba extrañamente resolutivo. Era como si fuera otra persona. Sin embargo, sus decisiones, pese a realizarse de un modo consecuente y maduro, terminaban favoreciendo al bando de Kashiri. Casi todos ignoraban que Comosu era preso de una poderosa sugestión, que Kashiri le dominaba en sueños, y que le ordenaba planes que terminaran favoreciendo a su ejército del mal.

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En este caso, Comosu había concentrado sus tropas contra el bando de los Rebeldes. Arishai y la Marquesa Zora peleaban con todas sus fuerzas intentando tumbar las barreras mágicas levantadas por Impromagos y Trovadores, pero por otro lado, el lado sur del Palacio de Ámbar se hallaba casi desprovisto de toda vigilancia. Allí Comosu no había dejado más que una pobre guardia capitaneada por los Eruditos quienes, enfrascados en sus múltiples diatribas, apenas se dieron cuenta de que el enemigo se les colaba.

El plan de Kashiri se había iniciado desde la misma coronación del Rey. Apenas hubo ascendido al trono, los mercenarios le inocularon un potente sedante. Entonces, la Emperatriz Tenebrosa rompió la barrera onírica y se adentró en sus sueños. A partir de entonces, era ella la que hablaba por su boca cuando Comosu dictaba cualquier mandato.

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-Concentrad las fuerzas contra el ejército del Escorpión de Basalto –dijo el Rey-, los eruditos sabrán contener a Kashiri.

-¡Pero mi rey! –protestó Olazir.

Comosu detuvo sus palabras con un veloz movimiento de su mano.

-No te atrevas a cuestionar mis órdenes.

El trovador se alejó cabizbajo. Era evidente que presentía la derrota.

Seis horas de batalla después, el palacio cayó.

-Saludos, rey Comosu I –saludó Kashiri con sorna, cuando sus huestes atravesaron las puertas del salón del trono.

El rey aguardaba sentado junto a Dorna. Sólo la salvaje parecía molesta por la derrota. Ambas mujeres quedaron una junto a la otra, observándose. Kashiri, con una media sonrisa que evidenciaba su placer por el triunfo; Dorna, impertérrita, se negaba a mostrar debilidad.

-No mantendrás tu reinado durante mucho tiempo –amenazó la salvaje-. Los ciudadanos de Calamburia no lo permitirán.

-Sé que no lo permitirán –rió Kashiri-, pero mi plan no termina aquí. Me he asegurado un reinado de mil años, nadie podrá arrebatarme el trono. ¿Quieres saber cómo?

Señaló con su báculo a las puertas de la sala. Los Hijos del Dragón aguardaban allí. Eran tres.

Al momento, la tierra quedó cubierta por una sombra gigantesca. Un escalofrío reptó por la columna de los que se hallaban en palacio. Kashiri reía.

-¡Escuchad, mortales! –anunció, alzando su báculo- He hallado al Tercer Hijo del Dragón, Okura Rensin. Gracias a él, he despertado un verdadero dios. ¡Inclinaos ante el milenario Dragón de Calamburia!

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Se escuchó un rugido tan poderoso, que los mismos muros se estremecieron. El Dragón sobrevolaba el palacio. Era monstruosamente grande, tanto como una montaña. Dio un par de pasadas y escupió una catarata de llamas y magma. Kilómetros de tierra quedaron incinerados en un segundo.

-¡El Dragón me obedece sólo a mí! –se carcajeó Kashiri-. Con él, nadie osará desafiar mi poder.

Volvió a reír y, con un brusco movimiento de su báculo, lanzó a Comosu fuera del trono. Fue entonces cuando el joven salió de su hipnosis, y comprendió cuánto se había parecido su reinado al que su padre Rodrigo mantuvo en el pasado.

-¡Fuera de mi palacio! –Kashiri agitó una mano, dirigiéndose a los que habían sido sus enemigos; sus huestes se encargaron de expulsarles.

En un momento, hombres y mujeres que se habían enfrentado en la Contienda de las Tres fuerzas se convirtieron en esclavos de un poder superior. Comosu y Dorna también se mezclaron como uno más entre el pueblo, dispuestos a un peregrinaje donde no alcanzara el poder del Dragón… algo que parecía imposible.

-¿Qué haremos ahora, mi señor? –preguntó Olazir, buscando el consejo del Rey, como había hecho durante la guerra, mientras un éxodo de miles de personas transitaba sin rumbo fijo.

-No lo sé –esta vez, Comosu respondía desde su propia sinceridad.

Fue entonces, cuando toda esperanza parecía perdida, que apareció alguien a quien nadie esperaba: Corugan.

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El poderoso hechicero se mostró en lo alto de una colina, como si supiera que los peregrinos pasarían por allí. Cuando Dorna llegó hasta él, ilusionada y con muchas preguntas sobre cuál había sido su paradero, el salvaje pronunció una de sus frases ininteligibles.

-¿Qué ha dicho? –quiso saber Comosu.

-Que hay una forma de vencer al Dragón. Él la conoce, se la han revelado desde -dudó antes de continuar-… Desde el futuro.

-¿Desde el futuro?

-Ha viajado a un futuro en el que el Dragón ha devastado la tierra, pero sabe cómo evitarlo.

-¿Qué tenemos que hacer? –Comosu se aproximó al salvaje- Di lo que sea, cualquier cosa, y lo haremos.

Comosu formuló una sentencia y señaló al horizonte, en dirección hacia la arboleda de Catch – Unsum.

-El Titán –tradujo Dorna-. Dice que hay que despertar al Titán.

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59. TODOS EN GUERRA

La Contienda de las Tres Fuerzas se hallaba en su momento álgido. Todo Calamburia, de punta a punta, se encontraba dividido en uno u otro bando. Nadie se había declarado neutral o ajeno al conflicto pues, ya fuera rico o miserable, cada ciudadano se sentía representado por uno de los tres líderes.

Skuchain era uno de los puntos fuertes. La batalla en la torre arcana no sólo se celebraba en los campos del exterior, donde los Impromagos cruzaban sus rayos de poder contra el ejército de las Marquesas.

impromagos marquesas calamburia - todos en guerra

De alguna forma, las cortesanas Beatrice y Anabella habían hallado la manera de colarse en el interior, y ahora peleaban planta a planta contra los Eruditos.

cortesanas eruditos calamburia - todos en guerra

No muy lejos de allí, el Escorpión de Basalto sufría la ira de los Zíngaros. Éstos habían encerrado a Jan Akavir en su mágico recipiente, lo cual había restado gran cantidad de poder a los Nómadas. No obstante, Arishai no se daba por vencido, y peleaba con la ayuda de los Hortelanos por cada duna, por cada planicie desolada, e incluso por cada grano de arena.

zingaros y nomadas con hortelano calamburia - todos en guerra

Los pícaros pugnaban por defender la arboleda de Catch-Un-Sum  de una horda de criaturas infernales, pues Kashiri la abrasaba constantemente con sus ejércitos. Todo parecía indicar que la arboleda caería pronto, pero justo cuando parecía aproximarse el momento de la rendición, Drawets, Laurencia y Banjuló ideaban una nueva y sorprendente estratagema que obligaba a que su enemigo se retirara.

guardianas picaros calamburia - todos en guerra

Pero era en la capital donde más cruentos resultaban los combates. Todos los ejércitos deseaban hacerse con el trono de Comosu I, e Instántalor era un punto clave para conseguir el triunfo en la guerra. Los soldados de la ciudad eran pocos, y aunque las trovas sanadoras de Artemis y Olazir conseguían recuperarles de sus heridas, iban perdiendo terreno.

trovadores y comosu calamburia - todos a la guerra

Así, los capellanes asistieron con desolación a la pérdida del Monasterio Cóncavo. Lograron contener a una marea de borrachines y hombres rudos de fonda, que trabajaban para la Taberna Dos Jarras a cambio un suministro de Sangre del Titán infinito. Sin embargo, no contaban con las trampas de los taberneros, quienes se colaron por la parte de atrás y tomaron la nave central. Invadidos en cada rincón y cada sala, Mitt y el hermano Irving van der List tuvieron que escapar del que había sido su hogar.

taberneros capellanes calamburia - todos en guerra

Lo cierto era que, aunque las tres fuerzas luchaban sin descanso, la Corona perdía terreno y, cada vez más, el Rey veía amenazada su permanencia. Lo que aún quedaba por resolver era quién de los otros dos bandos gobernaría Calamburia. ¿Sería al fin Kashiri? La Emperatriz Tenebrosa ya lo había intentado en otras ocasiones, pero siempre logró detenerla un poder superior. Ahora, sin embargo, parecía invencible… salvo por la presencia de la Rebelión.

¿Tal vez había llegado el momento de que el pueblo se alzase hasta las altas esferas? Zora von Vondra se frotaba las manos con la perspectiva. Ya se veía junto al trono de Calamburia, al lado de la futura reina Melindres. Seguro que a partir de entonces no tendría que hacer esfuerzos para casar a su hija.

kashiri zora y comosu

Lo que nadie sabía aún era el paradero de Corugán. ¿Qué había sucedido con él? ¿Por qué continuaba en paradero desconocido en unos instantes tan delicados? Ni siquiera cuando Dorna se hallaba arrinconada había dado señales de vida. A estas alturas sólo podía esperarse que hubiera muerto… o que un poder superior estuviera impidiendo su aparición.

Pronto, todo Calamburia volvería a saber de él.

corugan MAELSTROM IMPRO CALAMBUR MADRID

58. CURIOSOS ALIADOS

-Rosi, eso que dices no son más que habladurías –refunfuño Grifo-. La Marquesa es una buena mujer. Está velando por nuestros intereses, los del pueblo manso, como nosotros. Nadie se había preocupado antes de los hortelanos como lo ha hecho ella.

El hortelano miró a su alrededor, como si temiera que alguien les estuviera escuchando, y añadió:

-Lo que pretendes hacer es una locura. Está mal, Rosi, muy mal. Venga, sigamos trabajando, que la guerra continúa y no tenemos las de ganar. Con pensamientos como el tuyo jamás llegaremos a levantar a la clase hortelana.

hortelanos 2

Tiró de ella, pero su compañera se resistió y, devolviendo el tirón, atrajo a Grifo hacia sí, cerca de la pequeña empalizada que rodeaba las dependencias de la Marquesa. Había una pequeña abertura a su lado, causada por la última batalla. La Marquesa les había ordenado repararla antes de que las fuerzas enemigas atacaran de nuevo, pero Rosi tenía una idea mejor.

-Es cierto lo que dicen, Grifo –susurró al oído-. Yo no creo que la Marquesa sea mala mujé. Pero su hija… ésa sí que es un mal bicho. He escuchao rumores, cosas que dicen otros hortelanos de fiar, que sirvieron a la Marquesa antes de la guerra.

-Cuentos para asustar patatas.

-Desoná. Cosas ciertas.

-Yo no me las creo.

-Pues créetelas –afirmó Rosi-. Se dice que Melindres se divertía con los nuestros, que los torturaba y les hacía de tó tipo de maldades.

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-Eso no puede ser cierto.

-Pué que sea falso, asín que por eso vamos a colarnos tú y yo ahora mismo, a través de esta grieta, antes de repararla. Iremos a la casa y buscaremos pruebas. Si no las hay, pués darme un garrotazo.

-No pienso arriesgarme. Si no arreglamos la grieta a tiempo, entonces sí que sufriremos torturas de verdad.

Rosi arrugó el entrecejo.

-Pos vale. Si no quieres venir, ya me las apañaré sola.

Se ajustó la cinta con la que se sujetaba el sombrero y se coló por la grieta.

-¡Rosi, qué haces! –llamó Grifo; pero al ver que la otra no le hacía caso, la siguió.

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Las dependencias de la Marquesa conservaban un aire impoluto al otro lado de la empalizada. Aunque las fuerzas de la Corona y la Venganza habían golpeado duro, nadie había logrado adentrarse en el interior. Rosi, de hecho, se había encargado de defender aquellos dominios en numerosas ocasiones, por ello conocía bien dónde se apostaban los centinelas. También conocía un acceso secreto a la casa, ubicado en la parte de atrás, que atravesaba la bodega. De este modo, y con extremo sigilo, los dos hortelanos se adentraron dentro de la casa.

El interior se mantenía en un silencio reverencial. No había sirvientes, ni doncellas que recorrieran los pasillos, ni nadie que cuidara de las estancias. La Marquesa vivía en la más rigurosa soledad. Sin embargo, apenas anduvieron diez metros, los dos hortelanos escucharon un ruido procedente de una de las habitaciones. Era un lamento apagado, mortecino.

Asustaba.

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A Rosi se le puso la piel de gallina. Algo, en su corazón de hortaliza, le decía que en aquella estancia se hallaba la respuesta a sus temores. Agarró el pomo y empujó. Lo que encontró al otro lado materializó una pesadilla que jamás habría podido imaginar.

Había delante de ella una alcoba decorada con un gusto barroco. Las paredes de papel pintado ofrecían adornos florales de jazmines, rosas y claveles. En el techo, una lámpara de araña se mecía con suavidad empujada por la tímida brisa que entraba a través de una pequeña ventana. Aquí y allá, y en algunos rincones, había esparcidos algunos juguetes: un caballito de madera, un puzzle, una pequeña espada de latón. En un extremo había una cama individual con dosel rosa. Era, sin lugar a dudas, la habitación de una chiquilla.

El centro, sin embargo, ofrecía un espectáculo aterrador. Mezclados entre los juguetes había una docena de hortelanos que se hallaban a medio camino de abandonar su estado de patata. No les había dado tiempo a desarrollarse, pues habían sido desmembrados cruelmente, de tal modo que, aquí y allá, se veían diminutos brazos y piernas enraizados.

grifo pelacelgas patatas

En otro lado había pequeñas patatas con forma de feto humano, peladas, troceadas o picadas; y justo en el centro, un par de hortelanos completamente formados, colgados por los pies a ambos lados de la lámpara de araña, eviscerados. Aún clavado en el vientre de uno de ellos podía observarse una elegante daga.

La daga de Melindres.

Daga melindres

Rosi y Griffo fueron incapaces de decir nada. Ni siquiera emitieron sonido alguno. Cerraron la puerta, y a toda prisa abandonaron la mansión. Sólo cuando atravesaron la empalizada y hallaron la seguridad del exterior, se permitieron hablar.

-¡Te lo dije, Grifo!

-¡No era una leyenda! ¡No eran cuentos! –jadeaba el otro.

-No, no lo eran…

Se miraron un segundo en silencio.

-¿Qué hacemos? –dijo él-. La hija de la Marquesa nos mata a placer. ¿Cómo servirla?

-Porque de momento nos conviene. El escorpión de basalto te ha convocado para que luches a su lado el próximo combate y mientras tanto yo vigilaré de cerca a la marquesita. Ya veremos después, sobretó si ganamos la guerra. Arreglemos la empalizá.

Y, muy despacio, los dos hortelanos continuaron con su trabajo. No tenían más remedio… de momento.

 

57. LOS HIJOS PERDIDOS

Era tiempo en Calamburia de preparar los ejércitos. La Contienda de las Tres Fuerzas estaba en pleno apogeo y nadie, ni siquiera los Eruditos con toda su sabiduría, o los Inventores con sus elaborados cálculos, podía prever cuál de los tres bandos obtendría la victoria. Las fuerzas estaban equilibradas, quizás demasiado. Por esa razón, cada uno de los líderes buscaba con ánimo desesperado más gente a la que unir a sus filas.

mapa

Sin embargo, algunos de los heroes que en el pasado habían desempeñado un papel fundamental, se hallaban ahora desaparecidos. ¿Dónde se habían ido a esconder en un momento tan crucial como el que vivía Calamburia?

Garth, al que llamaban La sombra de medianoche había sido en el pasado uno de los más importantes guerreros de los Zíngaros. Con su ayuda, sus hermanos llegaron hasta las mismísimas puertas de Skuchain para someterla a un prolongado asedio. ¿Dónde se ocultaba un personaje tan importante en la guerra? Pocos sabían que Garth había muerto a manos de Rosi Sacapán. La Hortelana no era un enemigo nada desdeñable, y logró arrebatar la vida del Zíngaro en una de las últimas batallas por el Trono de Ámbar. Garth permanecía en el Inframundo, buscando la forma de salir de entre un laberinto de almas torturadas.

zingaro garth

Del mismo modo, Quasi, uno de los dos famosos Porteros, también había recibido la muerte. En su caso, falleció por envejecer de golpe. Así, como un pobre anciano, descendió hasta los infiernos. En su morada del Inframundo, Quasi apenas tenía fuerzas para implorar ayuda. Él y Garth se hallaban más cerca de lo que creían, pero dado que Quasi no podía gritar, el zíngaro no era capaz de escucharle.

quasiPetequia, quien antaño comandara las huestes rebeldes junto a su hijo, fue desterrada una vez Comosu ascendió al poder. Esta vez, la mujer no regresó a Villaolvido, pues allí su hermana Urraca había hallado refugio. En su lugar, viajó hasta la isla Kalzaria, donde encontró la presencia del olvidado capitán pirata.

petequia

El Capitán Flick había recibido un duro varapalo una vez desapareció el estado de hipnosis al que le tenía sometido el Leviatán. Desprovisto de la honra, de sus amados barcos y hasta de la compañía de su hija, Flick ahogaba sus penas en ron. Dicen algunos que Petequia intenta convencerle día y noche de la influencia que tiene como madre del Rey, y que pretende organizar una revolución alternativa que parta desde Kalzaria hasta el continente. Sin embargo, esta información no ha podido ser corroborada más que por los típicos borrachines de la taberna Dos Jarras.

pirata

Seth Gilderain, el astuto mercenario que confabuló para ascender a Comosu hasta el poder, se cansó de llevar una vida aceptando trabajos por dinero y gloria. Ha desaparecido del continente; dicen algunos que por buscar fama en otras tierras, aunque la opción que más adeptos ha ganado es aquélla que defiende un regreso junto a su amada familia. Con toda la fortuna que ha amasado durante años, Seth les ha concedido un futuro exento de preocupaciones. Son habladurías, por supuesto.mercenario

Ujaranza, celosa porque Banjuló se enamorara de la pícara Laurencia, decidió apartarse de la primera línea de acontecimientos y dedicarse a actividades menos estresantes. De este modo, y reuniendo sus pocos ahorros, se retiró a Siahuevo de Abajo para montar un pequeño negocio exento de triquiñuelas y artículos defectuosos. Todo legal… por el momento.

mercader

No obstante, la gran incógnita de los personajes desaparecidos reside en el paradero de Corugán. ¿Dónde se encuentra el poderoso chamán de los Salvajes? Desde que el Maesltröm confundió todo el continente, nadie ha sido capaz de dar con su paradero. Sin embargo, ya hay quienes apuestan que Corugán se está ocupando de una tarea de gran importancia, y que cuando aparezca, será para volver a estremecer los pilares de Calamburia.salvajes


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