La Contienda de las Tres Fuerzas se hallaba en su momento álgido. Todo Calamburia, de punta a punta, se encontraba dividido en uno u otro bando. Nadie se había declarado neutral o ajeno al conflicto pues, ya fuera rico o miserable, cada ciudadano se sentía representado por uno de los tres líderes.
Skuchain era uno de los puntos fuertes. La batalla en la torre arcana no sólo se celebraba en los campos del exterior, donde los Impromagos cruzaban sus rayos de poder contra el ejército de las Marquesas.
De alguna forma, las cortesanas Beatrice y Anabella habían hallado la manera de colarse en el interior, y ahora peleaban planta a planta contra los Eruditos.
No muy lejos de allí, el Escorpión de Basalto sufría la ira de los Zíngaros. Éstos habían encerrado a Jan Akavir en su mágico recipiente, lo cual había restado gran cantidad de poder a los Nómadas. No obstante, Arishai no se daba por vencido, y peleaba con la ayuda de los Hortelanos por cada duna, por cada planicie desolada, e incluso por cada grano de arena.
Los pícaros pugnaban por defender la arboleda de Catch-Un-Sum de una horda de criaturas infernales, pues Kashiri la abrasaba constantemente con sus ejércitos. Todo parecía indicar que la arboleda caería pronto, pero justo cuando parecía aproximarse el momento de la rendición, Drawets, Laurencia y Banjuló ideaban una nueva y sorprendente estratagema que obligaba a que su enemigo se retirara.
Pero era en la capital donde más cruentos resultaban los combates. Todos los ejércitos deseaban hacerse con el trono de Comosu I, e Instántalor era un punto clave para conseguir el triunfo en la guerra. Los soldados de la ciudad eran pocos, y aunque las trovas sanadoras de Artemis y Olazir conseguían recuperarles de sus heridas, iban perdiendo terreno.
Así, los capellanes asistieron con desolación a la pérdida del Monasterio Cóncavo. Lograron contener a una marea de borrachines y hombres rudos de fonda, que trabajaban para la Taberna Dos Jarras a cambio un suministro de Sangre del Titán infinito. Sin embargo, no contaban con las trampas de los taberneros, quienes se colaron por la parte de atrás y tomaron la nave central. Invadidos en cada rincón y cada sala, Mitt y el hermano Irving van der List tuvieron que escapar del que había sido su hogar.
Lo cierto era que, aunque las tres fuerzas luchaban sin descanso, la Corona perdía terreno y, cada vez más, el Rey veía amenazada su permanencia. Lo que aún quedaba por resolver era quién de los otros dos bandos gobernaría Calamburia. ¿Sería al fin Kashiri? La Emperatriz Tenebrosa ya lo había intentado en otras ocasiones, pero siempre logró detenerla un poder superior. Ahora, sin embargo, parecía invencible… salvo por la presencia de la Rebelión.
¿Tal vez había llegado el momento de que el pueblo se alzase hasta las altas esferas? Zora von Vondra se frotaba las manos con la perspectiva. Ya se veía junto al trono de Calamburia, al lado de la futura reina Melindres. Seguro que a partir de entonces no tendría que hacer esfuerzos para casar a su hija.
Lo que nadie sabía aún era el paradero de Corugán. ¿Qué había sucedido con él? ¿Por qué continuaba en paradero desconocido en unos instantes tan delicados? Ni siquiera cuando Dorna se hallaba arrinconada había dado señales de vida. A estas alturas sólo podía esperarse que hubiera muerto… o que un poder superior estuviera impidiendo su aparición.
Pronto, todo Calamburia volvería a saber de él.