Las pegasas

Según su propia historia oficial, la civilización pegasa se remonta a los orígenes del mundo faérico. Se dice que su pureza proviene de su propia creación, la cristalización de la propia luz. Con la posterior aparición espontánea del resto de razas, los pegasos, justos y bondadosos, constituyeron el Gran Imperio de Leofontes guiado por la magnánima Dama Dorada para conducirles en su desarrollo y evitar que se mataran entre ellos. Durante siglos gobernaron los pegasos los designios del mundo faérico en paz y armonía, hasta la aparición de los Druidas, seres de otra realidad que vinieron con su magia y palabrería a sembrar sus insidias. Pero, como se trataba de seres inferiores que ni siquiera podían volar, los pegasos no les consideraron una amenaza. Fueron los tiempos de la Maldición del Pegaso. Nadie sabe cómo ocurrió pero, un buen día, los pegasos empezaron a desaparecer. Tras ellos solo quedaba un montón de plumas blancas. Los pegasos supervivientes se percataron de la amenaza y, tras sopesar la situación, decidieron abandonar al resto de razas a su suerte y refugiarse en la única parte del reino donde sabían que estarías seguros y podrían esquivar la maldición: el Palacio Áureo, construido sobre las propias nubes.

Con el tiempo, los exiliados olvidaron los tiempos de esplendor y construyeron una sociedad perfecta, carente de conflicto y guiada por la luz, la justicia y la pureza. Sin embargo, parecía que la maldición no les había abandonado del todo. Los huevos de pegaso empezaron a ser cada vez más escasos, muy pocas pegasas los ponían y, de aquellos que lograban poner, raramente alguno eclosionaba. ¿Qué destino funesto aguardaba a la cada vez más menguada población pegasa? Entonces fue cuando Egan, la guerrera consorte de la Dama Dorada, percibió el milagro a través de su cuerno: una nueva vida pegasa había surgido a lo lejos, en la superficie del mundo que un día abandonaron. ¿Se encontraría en la superficie del mundo faérico la solución a los problemas de su especie? Contó su hallazgo a su amada Argynnis, señora de los pegasos y ambas se dispusieron a preparar una expedición. Pero antes de poder emprenderla, Egan sintió que la vida se apagaba como una luz al ser tragada por la oscuridad. ¿Tan fugaz había sido el destello de su esperanza? Pero Argynnis, que nunca había visto el suelo, decidió que el misterio merecía ser esclarecido. Por ello decidió abandonar su único huevo y bajar a la superficie de la mano de Egan, para descifrar aquel asombroso misterio.

Egan, Alas de Sol, es una poderosa guerrera, valiente pero cándida e inocente. Posee un poder nunca antes observado en otro pegaso, la capacidad de detectar la presencia de los suyos, incluso a grandes distancias. Está enamorada de su Dama a la que protegería con su propia vida si fuera necesario, pero le recrimina constantemente que sea tan fría con ella, a lo que la esquiva Argynnis responde que se debe a su dignidad de Dama, por lo que no puede mostrar debilidad en público.

Argynnis, la Dama Dorada, adora a su pueblo y ama a su consorte, pero le cuesta mostrar sus sentimientos. Es poderosa y justa, aunque en ocasiones un poco soberbia. Nacida en el Palacio Áureo, su madre le contaba las historias de los extraños seres inferiores que poblaban la superficie. Siente curiosidad por visitarles y por, quizás, ofrecerse como guía para devolverles a los tiempos del antiguo esplendor del Imperio. ¿Estarán los seres faéricos dispuestos a recibir su don de buen grado?


LAS PEGASAS

Son una pareja de valientes guerreras y amantes incondicionales. Pertenecen a una raza que se creía extinta, pero tras siglos de exilio en el mismo cielo, han regresado a la superficie para desentrañar un misterio y, tal vez, reclamar las tierras que una vez abandonaron. ¡Dejaos cegar por el resplandor de las Pegasas!


La pareja

Egan

Ella posee una mirada cándida tras la que se esconde un poderosa guerrera. Los poderes de percepción de su cuerno la hacen única en su especie y la convierten en la pieza más importante de la expedición que ha de salvar a su raza. ¡Temblad ante la espada de Egan, Alas de Sol!


Argynnis

Ella es la señora de los Pegasos. Poderosa y justa aunque en ocasiones implacable y un poco soberbia, como buena soberana de una raza superior. Preocupada por el futuro de los suyos está dispuesta a devolver el mundo faérico su antiguo esplendor. ¡Sobrecogeos ante la sublime presencia de Argynnis, la Dama Dorada!