Xantara y Luxanna son súcubas, seres demoníacos de aspecto femenino. Además, son dos de los Seis Altos Demonios del Inframundo, hermanas de Abraxas, Axbalor, Xezbet —los tres íncubos— y Nexara, la tercera súcuba.
Cuentan que al inicio de los tiempos, antes de la aparición de los primeros hombres, los demonios ya existían. También se dice que, por aquel entonces, el Inframundo era un caos de luchas y batalla constante. Los Seis Altos Demonios luchaban entre sí por el control de las almas atormentadas que usaban de alimento sin que ninguno lograra imponerse sobre los otros. Tras siglos de disputas, Xezbet, señor del engaño —el menor de los hermanos— ideó un plan que podría traer una paz duradera. Percibiendo que los mortales, creaciones de los Titanes, había complejizado su forma de vida, pensó en otorgarle, a uno especialmente desgraciado, la vida eterna. Le nombrarían Emperador del Inframundo y viviría en el engaño eterno, sintiéndose el ser más poderoso, pero siendo en realidad fuente del preciado sufrimiento que serviría de alimento a los Altos Demonios. Mientras, ellos vivirían cómodamente en un báculo mágico desde el que se podrían alimentar a placer del más puro de los dolores.
El Emperador fue derrotado, pero otros le sustituyeron, con el corazón aún más roto. Durante siglos, su alimento no hizo más que mejorar su calidad. Y, para ello, no tenían que hacer nada pues la ambición de los propios mortales se encargaba de ello. ¿Habría Xezbet, señor del engaño, elaborado el plan definitivo para que el alimento más sabroso nunca escaseara?
Las generaciones se sucedieron hasta que Kashiri, la última Emperatriz que usurpó el título a su predecesor, quedó atrapada por siempre en el Vacío. El puesto quedó vacante pero los Altos Demonios, aliados con los seres más oscuros de Calamburia, generaron mediante un oscuro ritual, una nueva Emperatriz. Évolet era una humilde y bondadosa campesina, pero tras ver morir a su hermano, su corazón se rompió y se convirtió en la más despiadada de la Emperatrices Tenebrosas. Para evitar repetir errores de antaño, Abraxas, señor de mil legiones y hermano mayor, se ofreció como voluntario para salir del báculo y vigilar de cerca a la nueva Emperatriz.
Con los años, Évolet se casó con el resurrecto rey Rodrigo IV, siguiendo un plan de Van Vakari para engendrar a una heredera con legitimidad para reivindicar la corona de Calamburia: la futura Emperatriz de los Dos Mundos. Pero el plan empezó a tambalearse cuando Évolet, poseída por el vínculo maternal empezó a amar de nuevo. Su pequeña hija Amunet le dio una nueva razón para vivir y la hizo cada vez más feliz. Los Altos Demonios empezaron a notar cómo la calidad de su alimento empezaba a decrecer hasta que tuvieron que actuar azuzados por el hambre. De nuevo Xezbet, señor del engaño, que se había granjeado la amistad de Amunet, urdió un aún más maléfico plan que se conoció como La Conjura de los Demonios. Mediante esa artimaña, los demonios asesinaron a la ya amortizada Évolet delante de su hija adolescente. Pero Xezbet tenía un plan aún más maléfico. Fingiendo no haber participado de la conjura, convenció a la nueva Emperatriz de que se vengara del resto de Altos Demonios encerrándolos por siempre en el báculo, luego se prometió con ella y se proclamó Emperador consorte. Durante el Reinado de la Confusión, los tres íncubos desaparecieron y Amunet perdió la guerra y la Corona de Ámbar, viéndose obligada a volver al inframundo. Una vez allí, guiada por los Consejeros, se sintió obligada a sacar del báculo a las súcubas.
Primero salió Xantara y luego Luxanna, pero ambas indicaron a Amunet que no liberara nunca a su hermana pequeña Nexara pues era, según ellas, el ser más aburrido, tedioso y cenizo que jamás pisó el abismo. Ambas contaron a Amunet el ardid de Xezbet, el señor del engaño, y cómo la había utilizado. Las súcubas se congraciaron con la Emperatriz y, poco a poco, se convirtieron en inseparables.
Xantara posee un carácter ácido e irónico y tiene el poder de controlar los cuerpos ajenos como si de marionetas se tratara. Su imparable poder le hizo ganar entre las huestes infernales el título de señora de la sumisión. Su especialidad es doblegar a los testarudos y luego relamerse mientras saborea su más profunda frustración. Es estratégica e inteligente, tiene la mente fría y siempre sabe aguardar su momento.
Luxanna es risueña, y tan hermosa como dulce y retorcida. Su poder es la privación de sentidos con los que atormenta a las almas macerándolas en su jugo para luego saborear su desgarradora nostalgia por lo perdido. Sus dones le granjearon el título infernal de Señora de la privación. Es hedonista y se rinde con facilidad a los placeres por lo que a veces discute con su hermana por sus necesidades cortoplacistas.
Ambas están bien avenidas y se encuentran sinceramente agusto al lado de Amunet, a la que consideran digna de ocupar el puesto de la hermana a la que aún retienen en su cárcel. Ahora que se han librado del férreo brazo de Abraxas, el hermano mayor, y de las intrigas de Axbalor y Xezbet, se ven capacitadas para guiar a la Emperatriz en una restructuración del Inframundo y una nueva operación de conquista, una más sutil y menos violenta que la de la última vez pero igualmente oscura. ¿Lograrán las súcubas el éxito que sus hermanos no consiguieron siendo capaces de colocar a su Emperatriz de nuevo en el trono?
LAS SÚCUBAS
Ellas son dos de los más poderosos demonios del Inframundo. Tras años encerradas han conseguido la tan ansiada libertad. Ahora están listas para volver a sembrar el caos en Calamburia y alimentarse del sufrimiento de los mortales. ¡Rezad vuestras últimas oraciones porque ya están aquí las Súcubas!
La pareja
Xantara
Ella es tan poderosa como sutil. Dicen que con sus dedos demoníacos es capaz de controlar los cuerpos de los mortales como si fueran sus marionetas y atormentarles para extraerles todo su preciado dolor. ¡No intentéis resistiros ante los hilos invisibles de Xantara, Señora de la Sumisión!
Luxanna
Ella es hermosa, risueña y mortal. Dicen que tras su apariencia sinuosa se encuentra un ser capaz de privar a los humanos de sus sentidos, así como de exprimir su angustia hasta la última gota. ¡No luchéis contra los encantos de Luxanna, Señora de la Privación!