16. LA BATALLA FINAL II

Pocas veces el destino de Calamburia ha resultado tan frágil como lo fue durante la última batalla entre el bien y el caos.

En pleno desierto, entre la torre de Scuchain y la Puerta del Este, los dos bandos se disputaban la hegemonía con toda la fuerza de sus ejércitos. Al pie de la torre, los Impromagos, Eme y Sirene, invocaban conjuros defensivos que descendían sobre los hombres del reino. También se encontraban presentes todos los demás alumnos de la escuela: Tábata, Aruala, Estuco, Enona, Tilisa… ellos ponían en práctica sus mejores hechizos para retener la fuerza mágica de los Zíngaros: Kálaba, frente a la torre, invocaba toda suerte de maldiciones y males de ojo, mientras Garth, apoyado por las tropas de Petequia y Comosu, intentaba rodear las defensas y atacar por un flanco. Allí les esperaba Urraca; sus soldados, protegidos por la impromagia, repelían a un enemigo que veía reforzado su número con la llegada de Kashiri y Ventisca. El ejército de no – muertos que comandaban las Guardianas del Inframundo estaba ya muy cerca. Sólo el inmenso arco que era la Puerta del Este se interponía en su camino. Allí, los dos Porteros, Quasi y Adonis, hacían lo posible por contenerlos.

Las fuerzas estaban equilibradas… hasta la llegada de los Piratas, que emergieron desde el sur de forma sorpresiva. Aquella horda de filibusteros se había desecho de sus barcos para poner los pies en tierra firme. Acompañados de rugidos, maldiciones y juramentos, alzaron sus sables, sus mosquetes y sus botellas rotas y cargaron contra la torre.

-¡Eme! –gritó Sirene- ¡Son demasiados! ¡No podemos contener a los zíngaros, proteger a los hombres de la Reina y retener a los Piratas! Es mucho trabajo para nosotros.

Eme no respondió. Era tal el miedo que sentía, que se había quedado mudo. Entonces sucedió lo que nadie esperaba. El milagro; la salvación.

-¡Aún no está todo dicho! –se escuchó por todo el campo de batalla.

Desde el norte, entre la torre de los Impromagos y el ejército pirata, emergió una nueva fuerza. Eran más soldados, reclutados por el rey Rodrigo. Venían desde la capital; y con ellos, en vanguardia, podía distinguirse a los dos Taberneros. Las palabras que detuvieron la batalla habían procedido de Ebedi. La Tabernera llevaba un rodillo en la diestra.

-¡Esta batalla no ha finalizado! –añadió.

-¡Cierto! –intervino Yangin.

-Eso, eso. Muy cierto –dijo el rey Rodrigo.

-¡Soldados, cargad! –ordenó ella.

Los hombres se miraron un segundo desconcertados, hasta que fue el propio Rey quien repitió la orden.

Las fuerzas volvían a equilibrarse. En el tumulto que era aquel enfrentamiento por el destino de Calamburia, donde numerosos ejércitos de todo tipo se daban lugar, los rayos de poder mágico se mezclaron con los golpes de espada, las cargas de caballería, los juramentos de todo tipo, los aullidos de los heridos y las fuerzas de ultratumba. Y mientras unos y otros atacaban y contraatacaban, los Impromagos empezaron a notar, desde su posición a las puertas de la torre, que las fuerzas del mal perdían terreno.

-¡Eme, estamos ganando, no me lo puedo creer! –celebró Sirene.

A su lado, Ebedi se quitaba de encima a todo el que osara acercársele. Las palabras de aquella niña llamaron su atención. Habían despertado en ella una chispa de familiaridad; algo capaz de despertar cierto sentimiento afín, que llevaba mucho tiempo dormido. Miró a Sirene de reojo y analizó el modo en que sonreía, sus rasgos y algunos de sus gestos. ¿Acaso sería ella…?

Se formó un nudo en su estómago; una breve conmoción que, por desgracia, no pudo hallar su merecida respuesta. No era momento para resolver enigmas. El enemigo era fuerte, a pesar de que ya se retiraba.

Los primeros en abandonar fueron los Zíngaros. Su magia, sin el apoyo del Patriarca, era limitada. Comprendieron que ésta se agotaba y retrocedieron. Los Piratas siguieron después, cuando se dieron cuenta de que en tierra su combate no era tan bueno. Así, todo el ejército del caos se dio a la huida. Kashiri lo hizo en último lugar, no sin antes formular un juramento que Ventisca extendió por el cielo:

-¡Habéis ganado, pero sabed que no he sido liberada del Inframundo para conocer la derrota! ¡Jamás volveré a mis prisiones! ¡Tendréis mi presencia sobre la faz de Calamburia para siempre!

Desapareció en mitad de una monstruosa tormenta de arena, y con ella todo su ejército. El campo de batalla quedó en silencio un segundo, pero no tardó en llenarse con los vítores de las fuerzas del bien. Urraca se hizo un hueco en mitad de las tropas, pidió atención y dirigió unas palabras a sus hombres.

-¡Hemos ganado! Regresad tranquilos a vuestras casas, saludad a vuestras familias y dormid sin miedo a la oscuridad ¡Calamburia vuelve a estar en paz!

Y era cierto. La tierra de Calamburia había quedado libre de peligros… por el momento.

15. LA BATALLA FINAL I

Captura de pantalla 2014-12-26 a las 11.07.51Kashiri flotaba sobre las dunas, mecida por el tornado de Ventisca. Bajo ella, un ejército de no muertos, alzaban sus armas, gritaban, crujían los dientes y se carcajeaban ante la expectativa de atacar a los siervos del reino.

-¡Cubríos! –ordenó Urraca- ¡Que todos los hombres formen un círculo! ¡Espalda contra espalda!Captura de pantalla 2014-12-26 a las 11.13.24

Los soldados obedecieron. A lo lejos, los Impromagos preparaban nuevos conjuros, pero Skuchain estaba libre de ataques por el momento. Los zíngaros, y la propia Kashiri, se habían centrado en Urraca.

-Se terminaron las escaramuzas –declaró la Emperatriz Tenebrosa; su voz pudo escucharse a kilómetros de distancia, arrastrada mediante el poder de Ventisca-. Ha llegado la hora de cambiar el destino de Calamburia.

Captura de pantalla 2014-12-26 a las 11.04.09Extendió su vara, y de la punta emergió un chisporroteante rayo. El rayo cruzó la distancia que lo separaba del enemigo, salvó las barreras protectoras de los magos y golpeó contra el ejército del Palacio de Ámbar. Los hombres salieron despedidos en todas direcciones, calcinados. Urraca, a salvo entre su guardia personal, se preguntó dónde se habría metido el rey Rodrigo.Captura de pantalla 2014-12-26 a las 11.01.19En instantes como aquel preferiría que “El perturbado” se hallara un poco más cuerdo. La guerra siempre se le había dado mejor a él. Era un estratega nato; y aunque las pociones de los zíngaros le habían nublado el juicio, aún conservaba parte de la frialdad necesaria para…

Otro golpe de rayo la sacó de sus pensamientos. Esta vez había impactado demasiado cerca.No quedaba tiempo para lamentarse, ni para recordar a quien de seguro no podría ayudarla. Rodrigo no estaba allí, sino defendiendo la capital de posibles ataques. Por desgracia, el destino de Calamburia no se decidiría en las calles del reino, sino entre la arena dorada del desierto.

Captura de pantalla 2014-12-26 a las 11.06.04Sus hombres la observaban desconcertados, aguardando una orden, la que fuera. Los rayos de Kashiri seguían golpeando. En la retaguardia, los zíngaros acababan con la vida de quienes optaban por la escapatoria.

Entonces Urraca tuvo una idea.

-Es arriesgado –se dijo a sí misma-. Pero no tengo otra opción.

La reina disfrutaba de un poder especial. Aquel que había de convocar a los Porteros. Sin embargo, la Puerta del Este había caído, y desde entonces nada se había vuelto a saber de ellos. ¿Estaban vivos? ¿Eran prisioneros del mal? Se rumoreaba que Ventisca los había encerrado en una celda con paredes de puro viento, y que Quasi, totalmente enamorado, se dejó atar de manos sin oponer resistencia.Captura de pantalla 2014-12-26 a las 11.08.09

Pero si los Porteros estaban en activo; si andaban en Calamburia, a pesar de que ya no tuvieran nada que proteger, entonces Urraca podría convocarlos.

Las almas en pena de Kashiri se lanzaron al ataque. La vanguardia de infantería pesada aguantó el primer asalto, pero no podrían con un segundo.

Había que actuar.

-¡Porteros, yo os invoco! –gritó la Reina.Captura de pantalla 2014-12-26 a las 11.06.42

Sintió que, al instante, las fuerzas la abandonaban. La llamada a los Porteros era un privilegio que tenía su precio, y que no podría volver a repetir jamás. Dobló las rodillas y se dejó caer. Los hombres que la rodeaban creyeron que había sido abatida. La moral se desplomó

De repente el suelo empezó a vibrar.Las arenas del desierto se estremecieron con un terremoto. La tierra se dividió en una enorme grieta y, de ella, emergió una enorme puerta de piedra. A ambos lados, los Porteros aparecieron en sus puestos. Quasi llevaba los ojos vendados.

-¡Es por seguridad! –dijo Adonis- Quasi no puede ver a…- Señaló con la cabeza en dirección a Ventisca.Captura de pantalla 2014-12-26 a las 11.01.54

-Pero estamos preparados –respondió Quasi-. Preparados para lo que sea.

-¡Protegednos! –gritó la Reina, en un hálito de voz.

Adonis arrugó el entrecejo y, comunicándose mentalmente con Quasi, convocó el muro protector de la Puerta del Este.

Captura de pantalla 2014-12-26 a las 11.07.36Pero el muro no duraría. Urraca era consciente de ello. La ayuda de los Porteros les serviría para reagruparse, poco más. Era necesario un contraataque, una acción que diera la vuelta al enfrentamiento, y que les otorgara la victoria contra las fuerzas del caos.

Miró a su espalda, a la torre de Skuchain. Había llegado el momento de que los magos actuaran de verdad; todos ellos. Quizás, de aquel modo, hubiera una esperanza de mantener su trono en Calamburia.

Captura de pantalla 2014-12-26 a las 11.02.22

 

14. LA TORMENTA QUE PRECEDE…

…AL HURACÁN

El plan de la reina Urraca, después de tomar a los zíngaros como rehenes, era conducirlos hasta la torre arcana de Skuchain, donde el Archimago sabría cómo mantenerles a buen recaudo, pues nada podían las prisiones corrientes contra aquellos hacedores de magia.Captura de pantalla 2014-12-19 a las 13.03.35

El viaje desde el Bosque fue largo y tortuoso para los prisioneros, sin embargo, había una chispa en los ojos de Kálaba que a la Reina no gustaba. Era como si la zíngara se estuviese guardando una estrategia. Urraca sabía que Garth, la Sombra de Medianoche, les seguía, ¿Pero qué podía hacer contra todo un ejército de soldados bien adiestrados? No, él no podía hacerles nada.

Captura de pantalla 2014-12-19 a las 12.51.53Sin embargo resulta curioso cómo, en algunas ocasiones, una persona se deja engañar por una situación favorable. Así ocurrió cuando, tras una semana de viaje, el ejército divisó la torre de Skuchain. El lugar se hallaba en un silencio extraño, reverencial. Las puertas de la torre se abrieron.
Eme y Sirene, los estudiantes más aventajados de la escuela, salieron a recibir a los prisioneros. La guerra les había hecho madurar antes de tiempo, y aunque apenas alcanzaban la adolescencia, ya sabían manejar situaciones tan complicadas como aquella. Urraca, sin embargo, quiso asegurarse.

-Espero que sepáis cómo cuidarlos –dijo, señalando a Kálaba.

-Tranquila –respondió Sirene- He estudiado los mejores hechizos de protección. No saldrán de aquí.

Captura de pantalla 2014-12-19 a las 13.20.38-¡¿Eso piensas?! –respondió de pronto una voz; venía de todas partes y de ninguna, transportada por el aire.

Se escuchó a continuación una risa multitudinaria. Ésta también parecía llegar de varios puntos, algunos más alejados y otros cercanos. Los soldados, aterrados, apuntaron sus armas en todas direcciones.

-Sirene, algo pasa –susurró Eme-. Será mejor que llamemos a los demás alumnos.

Levantó su varita y musitó un conjuro; una llamada secreta a los otros estudiantes de Scuchain.

-¡Eme! –respondió Sirene, alterada- Creo que ya sé lo que ocurre. ¡Están ocultos!

Captura de pantalla 2014-12-19 a las 12.47.32-¿Ocultos? ¿Dónde?

-Ojalá que me equivoque pero… prepárate.

-De acuerdo.

Y mientras las risas aún bailaban en el aire, Sirene levantó su varita, hizo un círculo en el aire y pronunció unas palabras. Al momento, una nube de chispas se extendió alrededor del ejército de soldados para caer luego en forma de lluvia iridiscente, revelando otro ejército a su alrededor, cercándoles. Había allí un gran número de goblins y trasgos, comandados por algunos zíngaros. Captura de pantalla 2014-12-19 a las 12.53.35

Pero entre todos ellos destacaba Garth. Él había sido el autor del conjuro de invisibilidad que les había ocultado ante la Reina. Llevaban siguiéndola una semana y ahora, con las puertas de Skuchain abiertas, se habían preparado para rodearles y conquistar el lugar.

Captura de pantalla 2014-12-19 a las 13.02.34El rostro de Urraca se desencajó de terror. Les habían tendido una trampa.

-¡Eme! –gritó Sirene, mientras convocaba un círculo de protección.

Captura de pantalla 2014-12-19 a las 13.08.58  El aludido se introdujo dentro de la cúpula antes de que esta se formara.

-¡Atacad! –gritó Garth.

Los zíngaros que se hallaban prisioneros también reaccionaron. Aprovechando la confusión, y dirigidos por Kálaba, descargaron toda su magia contra los soldados. Rayos multicolores, explosiones y descargas de energía se sucedieron por todo el campo de batalla. El grito de guerra de quienes empuñaban espadas se mezcló con el lanzamiento de conjuros y las maldiciones. Eme y Sirene, guardando las puertas, vieron cómo Garth y Kálaba se les echaban encima.

-¡Aquí vienen! –Eme señaló lo evidente.

-¡Eme! ¿Recuerdas el conjuro que aprendimos?

Captura de pantalla 2014-12-19 a las 12.55.44 El muchacho estaba muy nervioso. Garth y Kálaba convocaban, mediante oscuras palabras, extraños diablillos que se formaban de la nada, y que revoloteaban a su lado con una sonrisa maliciosa.

-¡Eme, lo recuerdas o no!

-Sí… creo que sí.

Pues lancémoslo. ¡Ahora!

Los dos magos pronunciaron las mismas palabras. Al instante, un muro de fuerza emergió de la punta de sus varitas y empujó a los zíngaros, que salieron despedidos.

El muro avanzó más allá de Kálaba y Garth, de tal forma que cualquiera que no se hallara de parte de los magos fue empujado y arrojado al suelo, mientras que los soldados sólo llegaron a percibir una suave brisa. Gracias a ello, el combate se detuvo unos segundos, el tiempo suficiente para que los soldados vencieran la sorpresa inicial y se reagruparan.Captura de pantalla 2014-12-19 a las 13.05.43

Captura de pantalla 2014-12-19 a las 13.03.00-¡Contraatacad! –ordenó la Reina.

Los soldados, y los magos que habían acudido a la llamada de Eme, se lanzaron al ataque.

-Lo hemos conseguido, Sirene. Creo que nos hemos librado de momento –declaró el joven mago.

Pero Sirene había palidecido. Señaló al norte, hacia el desierto.

-Tú lo has dicho. Hemos salvado el peligro de momento, pero no durará. ¡Mira!Captura de pantalla 2014-12-19 a las 12.52.56

A lo lejos se distinguía una enorme mancha oscura sobre las dunas. Era el ejército de Kashiri, que se aproximaba para ayudar a los zíngaros.

-¡Oh, no! –dijo Eme- Creo que nos hallamos a las puertas de la batalla final.

En efecto, el último enfrentamiento se libraría allí, entre Skuchain y la Puerta de Ámbar. El destino de Calamburia estaba a punto de escribirse.


Captura de pantalla 2014-12-19 a las 13.22.54

 

 

13. CÓMO ROBAR A…

…UNA EMPERATRIZ OSCURA

Cuando Yangin, dueño de la taberna Las Dos Jarras, propuso a su esposa colarse en el reino del Inframundo, ésta le sopló una bofetada que le dejó marca durante una semana. ¿Había estado bebiendo más de la cuenta, para variar? Enfrentarse a campo abierto era relativamente sencillo; ella, Ébedi Turuncu, no tenía problemas para abatir oleadas de enemigos a sartenazo limpio. Sin embargo, el Inframundo era un lugar peligroso. La Emperatriz Tenebrosa tenía ojos en todas partes.Captura de pantalla 2014-12-10 a las 13.14.10

-Qué poco confías en mis habilidades, cariño -insistió Yangin- ¿Ya no recuerdas cómo logramos robar los naipes de las Zingaras? Aquello nos salió redondo.

-¿Redondo? -Ébedi amagó otro guantazo- Casi me matan todos esos bichos del bosque, mientras tú, borracho perdido, te abrazabas a los árboles. Qué poco me cuidas, Yangin.

-Como si tú demandaras cuidados.

-¿Qué has querido decir? -Ébedi enarcó una ceja.

-No, nada.

Ébedi se cruzó de brazos. Estaba decidido. Jamás descendería al Inframnudo. No. Nunca lo haría. Bajo ningún concepto.

Captura de pantalla 2014-12-10 a las 13.15.41Nunca, nunca, nunca jamás.

Pero al final, allí estaba, arrastrándose por aquellos túneles llenos de vapores sulfurosos, linterna en mano, y siguiendo el culo de Yangin. ¿Cómo la había convencido? ¿Cómo, en el nombre del Titán, había logrado persuadirla para descender a ese maldito lugar? No recordaba en qué punto de la conversación había cedido. Sus pensamientos se materializaron.

-No sé qué puñetas hago aquí, Yangin.

-¡Calla! -susurró el otro- Estamos llegando a la cámara de Kashiri. Pronto tendremos su vara al alcance de la mano. ¿Sabes lo que eso significa?

-A mí sólo me importa que la taberna no quede desatendida. Pero aquí me tienes, justo detrás de ti. Y eso es lo que pretendo averiguar. Por qué voy siguiéndote a todas partes. Cómo me convences.

-¡Poder, Ébedi! La vara significa mucho poder. Pero no pienso usarla… no

Yangin crispó los dedos, igual que si ya tuviera el objeto en sus manos.

-Voy a venderla por un montón de dinero. Algún loco habrá que la compre.

Captura de pantalla 2014-12-10 a las 13.15.34            -¡¿Quién va a querer eso?! -explotó Ébedi.

Quiso iniciar una retahíla de improperios, pero Yangin la detuvo con un gesto de la mano.

-Ahí está.

Frente a ellos se abría una caverna espaciosa, perlada de estalactitas y estalagmitas. Al fondo se erigía un enorme trono de piedra. Kashiri dormía en él. A su lado, había una vara de color negro, con una discreta decoración en la punta.

Yangin se frotó los dedos.

-Mírala, qué hermosa -dijo sin parpadear.

-Espero que te refieras a la vara -refunfuñó Ébedi.

-Claro… a la vara… Voy por ella. Tú vigila.

El tabernero se puso a gatas y, muy despacito, avanzó en dirección al trono. Ébedi, de guardia en la entrada a la caverna, apretó los dientes invadida por la tensión.

-Como falles… -dijo para sí- Como se te ocurra fallar, Yangin. No va haber muerte que te libre de mí.

Al fin, el tabernero alcanzó el trono. Se deslizó por uno de los laterales y estiró la mano para alcanzar la vara. Sus dedos ya habían acariciado aquel poderoso objeto cuando, de repente, Kashiri abrió los ojos de golpe. Había una sonrisa en sus labios.

-Has caído en la trampa, Tabernero -declaró, antes de aferrar su vara.Captura de pantalla 2014-12-10 a las 13.20.17

Yangin se puso en pie de un salto.

-¡Ébedi, cambio de planes! ¡Nos vamos corriendo de aquí!

-¡Te lo dije, hijo de mil padres! ¡Te dije que esto era mala idea! -rugió Ébedi, al otro lado de la caverna.

Dio media vuelta y se remangó la falda, dispuesta a escapar a todo correr, pero la sombra de Ventisca le cerró el paso. El Avatar del Caos observó a la tabernera adoptando el gesto de quien ya saborea la victoria.

Captura de pantalla 2014-12-10 a las 13.23.16-Aquí termina vuestro viaje -las palabras de Ventisca fueron transportadas por una corriente de aire cálido que, sin embargo, causó en Ébedi un escalofrío.

Estaban perdidos. Ella, sin embargo, sólo recordó su promesa. Moriría allí, sí, pero en cuanto las Guardianas les volatilizaran, se cuidaría de machacar el alma de su marido por toda la eternidad.

Se dispuso a la muerte, pero justo cuando Kashiri y Ventisca les tenían atrapados,

 

Ébedi observó que se aproximaba a ella una especie de bola de pelo sucia y desgreñada. Aquella pelota, sin embargo, le causó cierta empatía. Había algo familiar en ella, algo muy cercano. La pelota señaló una grieta en la pared moviendo sus ojillos tristones, y luego se introdujo rodando por ella. Ébedi reaccionó empujada por un presentimiento.

-¡Por aquí, Yangin!

Los dos taberneros se colaron por la grieta antes de que Kashiri y Ventisca les alcanzaran. Así dieron a un túnel secundario y medio derruido que, tras un buen tramo, les condujo al exterior. El contacto con la luz del sol hizo que Ébedi soltara una carcajada. Yangin bailaba de alegría.Captura de pantalla 2014-12-10 a las 13.26.38

-¡Qué suerte! -dijo él, mientras observaba de reojo la salida, para vigilar que nadie les siguiera- ¿Cómo has dado con este atajo?

-Yo no he sido -Ébedi se aproximó a aquella bola de pelusa y la tomó-. Ha sido esta… esta extraña cosa. No parece un habitante del Inframundo. Casi podría afirmar que, de algún modo, me pertenece.

sirene y pelusin