08. EL ESCAPE DEL INFRAMUNDO

Huyendo a todo correr, los Impromagos no tardaron en comprobar que se hallaban perdidos en el laberinto que eran los túneles del Inframundo. Ventisca les pisaba los talones. El aullido de sus maldiciones resonaba entre los muros como un presagio de muerte.Captura de pantalla 2014-10-24 a las 11.20.50

-¡Eme, estamos perdidos! -gritó Sirene, segura de que el Avatar del Caos no tardaría en darles alcance.

-¡Creo que ya hemos pasado por este corredor, Sirene! ¡Acabarán encerrándonos de nuevo, o algo peor!

Los dos estudiantes de Impromagia habían escapado gracias a Eme y a su suerte. Ni siquiera él sabía cómo, de forma misteriosa, la puerta de su celda se había abierto tras recordar ciertas palabras mágicas, y lanzar un hechizo sin el apoyo de su varita; algo que, para un impromago, era imposible. Gracias a ese golpe de fortuna, ahora buscaban llegar hasta el exterior, con la esperanza de llamar la atención del Archimago y ser teletransportados hasta la torre arcana de Skuchain. Captura de pantalla 2014-10-24 a las 11.58.41Por desgracia, no había ninguna indicación que pudiera guiarles en el reino de las tinieblas, ni conocían la salida.

Al fin, tras elegir al azar su rumbo en innumerables cruces, llegaron a una amplia caverna. Para su desgracia, al otro lado les aguardaba Kashiri. Intentaron dar media vuelta, pero no tardaron en comprobar que Ventisca les cerraba el paso.

Estaban acorralados.

-¡Qué hacemos ahora! -dijo Eme, consciente de que, sin sus varitas, tendrían la batalla perdida contra las Guardianas.

Sirene abrió la boca para contestar, pero sus palabras fueron interrumpidas por la autoritaria voz de la Emperatriz Tenebrosa.

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-¡Impromagos! Habéis colmado mi paciencia. He sido benevolente hasta ahora. Pretendía encerraros hasta que comprendierais que no sirve de nada pelear junto a las fuerzas del orden. Quería teneros de mi lado, pues vuestra magia es poderosa… pero se ha terminado el tiempo de las negociaciones, y de intentar escapar. ¡Elegid! ataque laura emeO formáis parte de mi ejército, o pereceréis en estas cuevas, y vuestras almas pasarán a formar parte de mi colección.

-¡Jamás te serviremos! -declaró Sirene, resuelta.

-¡Eso! -dijo Eme, sacando el valor de un rincón desconocido para sí mismo.

Kashiri sonrió de medio lado.

-Así sea. ¡Preparaos, estos son vuestros últimos instantes de vida!

Alzó su báculo y, al instante, el suelo se resquebrajó con el lamento de mil condenados. Los muertos despertaban de su tormento, y se levantaban de la tierra para despedazar a los estudiantes de Skuchain.

Eme y Sirene no podían imaginar un final más aterrador que el que les aguardaba. Pero de repente, la joven estudiante percibió que algo más aparecía por una de las grietas: una mota de polvo que, a gran velocidad, comenzó a unirse a otras tantas para crear una pelota.

-¡Pelusín! -reconoció.

La criatura emitió un pitido a modo de saludo y, acto seguido, aparecieron junto a ella las dos varitas de los Impromagos. De algún modo, la mascota de Sirene había pasado desapercibida ante las Guardianas del Inframundo, y se había hecho con ellas.

Los Impromagos tomaron las varitas. Un ejército de muertos vivientes les rodeaba.

-¡Sirene, abrámonos paso! -dijo Eme- Debemos hallarnos muy cerca de la salida.

-¡Sé qué conjuro debemos utilizar!

No hizo falta que dijera su nombre. Eme sabía a la perfección a cuál se refería. Ambos realizaron los mismos movimientos de varita y pronunciaron las mismas palabras:

-¡Manum Cárcerem!

Un pasillo de almas en pena quedó paralizado y cayó fuera de combate. Los Impromagos pasaron a su travésataque2. Ahora, con los poderes de su varita, Sirene conocía a la perfección qué rumbo debían tomar. Sin embargo, las Guardianas no iban a dejarles salir por las buenas.Ventisca apareció en la caverna, rodeada por un vendaval de tierra y piedras. Alzó los brazos y dirigió un golpe de viento hacia los dos estudiantes, que fueron elevados por los aires y lanzados contra una de las paredes.

-¿Acaso pensabais escapar? -se carcajeó Kashiri, al otro lado- ¡Débiles! ¡Yo os enseñaré magia de verdad!

Apuntó su báculo y susurró unas palabras estremecedoras. Un rayo negro cruzó la caverna, aniquilando a los no muertos con los que se topaba, directo a los Impromagos. Y aunque Sirene y Eme tuvieron tiempo de conjurar una esfera protectora, la descarga de oscuridad se abrazó a ella dividiéndose en multitud de ramificaciones.

-¡Tenemos que contraatacar, Eme! -Sirene sujetaba su varita con las dos manos; tal era la fuerza de la magia de Kashiri.

-De acuerdo. Lo haremos mediante nuestro conjuro más poderoso. ¿Preparada?

-¡Preparada!

FCaptura de pantalla 2014-10-24 a las 11.47.36ormularon las palabras de su hechizo final, realizaron los mismos movimientos, pero…

-¡Eme, tienes la varita al revés!

-¿Qué…?

Un chisporroteo de energía les envolvió al instante, desencadenando un conjuro totalmente diferente, inesperado…

Desparecieron.

Se materializaron un segundo después, en las orillas del Kal – a – Mar, cerca de la isla Kalzaria. El sol brillaba a lo lejos, sobre un mar tranquilo y despejado.

-¡Eme! ¿qué conjuro has lanzado?

-Pues… no lo sé con seguridad. Pero estamos a salvo, ¿no?

-¡Oh no! -Sirene buscaba a su alrededor- ¡Pelusín! ¿Dónde está?

-Ha debido… quedarse en el Inframundo -a Eme le temblaba la voz.

El conjuro les había salvado, pero a un coste demasiado grande.

-Tenemos que ir por él. ¡Hay que recuperarlo! -dijo Sirene- Vamos, Eme, repitamos el conjuro.

-Me temo que, de momento, debemos concentrarnos en asuntos más importantes. ¡Mira!

Y, apuntando con su varita al mar, señaló un punto  en el que la línea del horizonte quedaba rota por una mancha parduzca. Eran cientos de naves pirata, navegando desde Kalzaria en dirección al continente de Calamburia. Una nueva batalla se preparaba.

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07. EL SECUESTRO DE LOS IMPROMAGOS

La torre de Skuchain se hallaba rodeada por un ejército de goblins. Los habitantes del Bosque Perdido de la Desconexión golpeaban sus muros con enormes mazas. A pesar de todas las defensas mágicas, las paredes ya comenzaban a resquebrajarse.

Petequia dirigía el ejército, marcando el ritmo del asedio mediante golpes de fusta.Captura de pantalla 2014-10-13 a la(s) 15.05.01

Arriba, en la cúspide de la torre, el Archimago desfallecía. Su magia era poderosa, pero nada podía hacer contra miles de enemigos atacando al unísono.

Un poderoso ariete fue lanzado contra las puertas, y éstas cedieron. Los goblins entraron saltando, riendo y aullando. Destrozaron las librerías de manuscritos arcanos, los comedores y los dormitorios. Llenaron las salas de reuniones con su inmunda presencia, y fueron, uno a uno, conquistando los pisos en los que se resguardaban cientos de estudiantes de Impromagia. Los mejores alumnos intentaron contenerlos todo lo posible. El tiempo suficiente hasta la llegada de refuerzos.

Y lo lograron… durante un tiempo.

En efecto, los goblins fueron contenidos mediante hechizos de congelación y otras estrategias de los estudiantes, pero sus escasos conocimientos de magia apenas fueron rival para el poder contenido dentro de Comosu, el hijo de petequia, autoproclamado “príncipe Comosu I de Calamburia”. La marca del Titán brillaba sobre su frente con más fuerza que nunca, desatando una energía imposible de combatir. De este modo, Comosu rompió las barreras energéticas de los estudiantes y evitó todos los poderes de congelación. Avanzó piso a piso, sin que nadie fuera capaz de hacerle pararle.

En la penúltima planta, Eme y Sirene vigilaban la entrada a los aposentos del Archimago. La estudiante había protegido la estancia con media docena de conjuros de protección, pero sabía que ni siquiera eso lograría detener al Elegido.

-¡Eme! -gritó-, siento que Comosu se acerca. ¡No podremos pararle!

-Hay que dar más tiempo al Archimago. Está muy cansado. ¡Necesita recuperar fuerzas!

-¡Pero ya no conozco más hechizos! -reconoció Sirene- Estos no serán suficientes para detener a Comosu. Y si llega a la habitación del Archimago… él no podrá defenderse del Elegido y del ejército de Petequia a la vez. ¿Qué podemos hacer?

Captura de pantalla 2014-10-13 a la(s) 15.10.41            Eme se mordió los labios y tomó su varita con ambas manos. Siempre apretaba su varita cuando se ponía nervioso, o cuando tenía miedo. Intentó buscar en su memoria algo que sirviera, pero resultaba muy difícil pensar bajo tanta presión. Pero además él era siempre tan despistado. En aquel instante, a punto de enfrentarse a un combate abierto contra un enemigo superior, lamentó haberse distraído tanto durante las clases de defensa mágica.

Sí, siempre se distraía… distracción… una distracción…

-¡Provocar una distracción! -dijo, de forma tan repentina que Sirene dio un brinco- Tenemos que engañar a Comosu. No podemos vencerle, pero le conocemos muy bien. ¿Recuerdas cuando jugábamos juntos?Captura de pantalla 2014-10-13 a la(s) 15.16.33

-¡Claro que lo recuerdo! Comosu era nuestro amigo antes de esta guerra.

-¿Y a qué jugábamos, Sirene?

-Nos gustaba transformarle en animales. Pero ahora no podemos utilizar ese poder contra el. Es muy poderoso y lo resistirá.

-No hablo de transformarle a él, sino a mi.

-¿A ti? -Sirene arrugó el entrecejo.

-¡Vamos, apúntame con tu varita! Vas a transformarme en el Archimago. Así engañaremos a Comosu.

-¡Eme, no funcionará! Comosu se dará cuenta. El poder del Elegido puede detectar esos engaños.

-¿Y qué otra opción nos queda? Vamos, Sirene. Transfórmame.

Captura de pantalla 2014-10-13 a la(s) 15.13.22            Sirene torció el gesto, pero por el rabillo del ojo detectó cómo los goblins aporreaban la puerta de su habitación. No quedaba tiempo, así que tomó su varita, la agitó en el aire y formuló las palabras que componían en hechizo de transformación. Eme se notó cambiar. Empezó a crecer y a desarrolla barba. Un segundo antes de que los goblins echaran la puerta abajo, era idéntico al Archimago.

Tras una marea de criaturas verdes apareció Comosu. En su frente brillaba la marca del elegido. Caminó con toda paciencia, echando abajo cada una de las defensas mágicas. Sirene intentó hacerle frente, al igual que Eme, ahora oculto bajo su disfraz, pero de nada sirvió. Con un brusco movimiento de cabeza, Comosu desarmó a los dos Impromagos. A continuación se plantó frente a ellos.

-¡Archimago! -llamó- ¡He venido a por ti!

Eme intentó adoptar una postura regia y contestó:

-Pues aquí me tienes. Me rindo.

Sirene no decía ni una palabra. El miedo le impedía hablar. Comosu extendió el brazo para aferrar al falso Archimago, pero se detuvo a medio camino. Algo llamó su atención; una percepción. Entrecerró los ojos y observó con detenimiento.

-¿Archimago…?Captura de pantalla 2014-10-13 a la(s) 15.16.48

-Soy yo -dijo Eme.

-No… no sé. Algo sucede.

-Comosu -intervino Sirene de repente, reuniendo el valor para hablar-. Es… es el Archimago, fíjate bien.

-No… no lo es -declaró el Elegido, contundente.

-Comosu -insistió Sirene-. Sí que es el Archimago. Por favor, Comosu. Sólo por esta vez… por el pasado.

El Elegido mantuvo un instante su expresión de enfado, pero luego la relajó. Algo se revolvía en su interior: el recuerdo de un pasado lejos de guerras, donde lo más importante era aguardar la llegada de sus amigos, los Impromagos. Los únicos que le visitaban en su destierro.

-Es… es cierto -dijo de repente-. Sí que es el Archimago. Vamos, salgamos de aquí. El ataque ha terminado.

Ordenó a los goblins que dejaran de destrozar el mobiliario y que abandonaran la torre. Así, escoltó a Eme y a Sirene fuera, donde Petequia esperaba junto al grueso del ejército.

-Mamá -llamó-. Ya tengo al Archimago. Venga, vámonos.

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Petequia agitó su fusta y el ejército abandonó Skuchain. Sirene y Eme fueron encadenados y encerrados en un carromato. Los goblins pusieron rumbo suroeste, directos al próximo lugar a conquistar. En Skuchain, sin embargo, había quedado el verdadero Archimago, ahora con tiempo para descansar, recuperar fuerzas y prepararse para el contraataque.

-Comosu -llamó Sirene desde el carromato-. ¿Y ahora qué? ¿Donde nos lleváis?

-Seréis presentados a las Guardianas del Inframundo. Ahora sois sus prisioneros. Ya no podré ayudaros más. Tendréis que escapar vosotros solos.

Sirene resopló. Les aguardaba un destino incierto, pero al menos habían salvado Skuchain.

-Gracias, Comosu -susurró.

-De nada -respondió este, muy bajito-… amiga.

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06. EL PODER DE LA CERVEZA

Todo el mundo sabía que Yangin era un habilidoso ladrón de bolsas. De vez en cuando, el tabernero gustaba de sisar a los borrachines o a los despistados, y echar la culpa del hurto al primer rufián que se le cruzara por delante.

Cuando estaba sobrio, su maña para agarrar las monedas resultaba sorprendente, pero por extraño que parezca, Yangin era todavía mejor estando borracho. Quizás la cerveza eliminaba de su conciencia cualquier reparo, o tal vez era cuestión de mera fortuna, pero el caso era que el dueño de Las Dos Jarras robaba más y mejor con cuatro cervezas en el cuerpo. Por esa razón, Ebedi, su esposa, le obligó a beber como un loco justo antes de partir hacia el Bosque de la Desconexión. Esta vez no se trataba de robar a unos pobres incautos, sino de llevarse un artefacto de mucho valor, así que Yangin debía estar más beodo que nunca.

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Cuando el carromato en el que viajaban los posaderos se detuvo frente al bosque, Yangin iba ya por la sexta pinta. Reía con cara de bobalicón y conversaba consigo mismo sobre asuntos ininteligibles. Ebedi centró su atención de dos bofetadas, y muy bajito, susurró a su oído lo que habían venido a hacer:

-Yangin, los naipes de las Zíngaras. Tienes que robarlos. ¿Lo has entendido?

Su esposo eructó. Ebedi le cruzó la cara otra vez.

-¡Los naipes, Yangin! Como hayas bebido más de la cuenta, te juro que…

-Eso nunca -respondió el otro, alzando su jarra-. Nunca se beb… se beb… se bebe más de la cuenta.

-¡Pues corre entonces! Yo intentaré distraer a los habitantes del bosque.

Yangin respondió con media docena de asentimientos, bajó de la carreta con dificultad y echó a correr haciendo eses. Ebedi se bajó después, armada con una jarra de madera en la diestra y una sartén en la zurda. Mientras su marido esquivaba árboles de milagro, y se perdía entre la espesura, la posadera se plantó en un claro del bosque, miró a su alrededor y profirió un grito amenazador:

-¡Venid, bichos del bosque!

Los árboles crujieron como si aquella ofensa les incumbiera. Siguieron multitud de carcajadas desde distintos puntos y, al poco, Ebedi se halló rodeada por un ejército de duendes, goblins y trasgos. Los siervos de las Zíngaras, aquellos que guardaban el lugar ante la aparición de intrusos, habían caído en la trampa. Ebedi había llamado su atención, para que Yangin pudiera robar sin ser molestado.

-Son muchos… -reconoció, al comprobar que cada vez la rodeaban más criaturas inmundas- Yangin, más te vale darte prisa, o sabrás lo que es bueno.

Y tras decir esto, se lanzó hacia sus enemigos como una bestia enfurecida. Los duendes la rodearon primero, pero se los quitó de encima a sartenazos. Los goblins, más astutos, intentaron caerle encima trepando por las ramas de los árboles, pero Ebedi, acostumbrada a lidiar contra filibusteros de toda calaña, tenía ojos en todas partes. También a estos dejó fuera de combate en una combinación de jarrazos y golpes de sartén.

Las criaturas del bosque, viendo que su rival era más poderosa de lo que parecía, se organizaron para el contraataque. Esta vez lo hicieron desde diferentes flancos. Ebedi, con la sartén abollada y la jarra algo quebrada, se preparó para responder.Captura de pantalla 2014-10-07 a la(s) 18.16.52

-¡Yangin, malnacido, dónde estás! -gritó, consciente de que la situación se complicaba.

El recuerdo de su marido renovó sus ganas de repartir mamporros. Los siervos de las Zíngaras saltaron sobre ella. Ebedi logró quitarse a media docena, pero muchos más le cayeron desde todas partes, sepultándola bajo una montaña de seres verdes y narigudos.

Justo entonces, Yangin apareció por entre unos matorrales. Llevaba en sus manos un abanico de naipes, y se entretenía observando sus extraños dibujos.

-¡Mira que cartas más bonitas! -decía entre hipos- ¡Seguro que nos dan mucho dinero por ellas!

Ebedi reaccionó. Sacando fuerzas de donde no le quedaban, y con un rugido estremecedor, emergió bajo toda la montaña de goblins, duendes y trasgos, que salieron volando en todas direcciones. Buscó entonces a su marido, hasta encontrarle apoyado en un árbol. Seguía con la atención en los naipes, como si no fuera consciente del combate que se celebraba al su alrededor.

-¡Echa a correr, enclenque hijo de siete padres! -dijo, y azotó su trasero con la sartén.

Yangin pareció despertar. Dio un respingo y enfiló el sendero que conducía fuera del bosque, mientras hacía esfuerzo por mantener el equilibrio. Ebedi le siguió detrás, quitándose de en medio a los enemigos que les seguían. De lejos, las hojas de los árboles trajeron un oscuro susurro: las Zíngaras se habían dado cuenta del robo, y lanzaban hechizos para encerrar a los Taberneros. Las ramas comenzaron a agitarse, y los troncos a doblarse, pero Yangin y Ébedi fintaban, saltaban y se escurrían para esquivarlos. De este modo lograron salir y alcanzar el carromato. Un ejército de seres les perseguía. Ebedi fustigó los caballos y éstos, a todo galope, consiguieron dejar atrás el lugar.

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-¿Has robado todos los naipes? -Pregunto cuando se supo a salvo.

-Todos, querida.

-¿Todos?

-Toditos todos -aseguró Yangin entre risas.

-Bien. Eso debilitará a las Zíngarás durante un tiempo.

Después de un rato, los caballos se pusieron al trote. Sólo entonces, Ebedi se permitió una mirada de soslayo hacia su marido.

-Si es que… al final siempre haces bien las cosas -dijo con una media sonrisa.

-Se me ha acabado la cerveza, querida.

-No te preocupes, tendrás mucha, mucha más. Te la has ganado.

 

05. LAS GUERRAS. EL COMIENZO

 GUERRAS DE CALAMBURIA. EL COMIENZO

Si aún existen las Musas, y son capaces de atender mi ruego, que ellas guíen el trazo de mi pluma y serenen el pulso de mi diestra temblorosa, pues los hechos que recuerdo perturban mi ánimo, y no me dejan redactar la historia sin que los miedos despierten. Mas las damas de toda inspiración también se hallarán preocupadas, pues los peligros que nos acechan conciernen a humanos e inmortales, a los habitantes de la tierra y los cielos. Y afirmo esto, pues fue una habitante del cielo, una musa para muchos mortales, la primera en caer hasta el Inframundo. Con ella despertó la sombra, la ruina… con ella vino la Emperatriz Tenebrosa.

Todo se remonta tres años atrás, al momento en el que se celebraba el Torneo de Calamburia. Cada hombre, mujer y niño aguardaba con ansia los encuentros que se celebraban en la arboleda de Catch – Unsum, donde los elegidos por el Titán medían fuerzas para lograr la Esencia de la Divinidad. Yo, un pobre cronista, fui testigo directo de cada liza, de cómo las parejas midieron sus fuerzas entre los gigantescos árboles centenarios. Vi a los que eran expulsados y a quienes, paso a paso, se aproximaban hasta el ansiado premio.

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En ese contexto, fui testigo de las pasiones más encendidas, los rencores y las amistades. Observé a los Impromagos saludando a sus mecenas, los Reyes de Calamburia. Presencié a las Zíngaras danzando al son de conjuros sibilinos, mientras los Taberneros saltaban y brincaban con la melodía de los vapores etílicos. Yo vi todas estas cosas, y también las desavenencias de los Seres del Aire, el germen que nos ha conducido al mayor trastorno de nuestra historia.

El amor entre Brisa y Siroco era más importante de lo que todos pensábamos. Durante el Torneo les vimos apostar la continuidad de su matrimonio. La Esencia de la Divinidad arreglaría un amor desecho; de lo contrario, ambos terminarían separados.

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Por desgracia, los Seres del Aire fueron descalificados. Ni siquiera yo he sido capaz de averiguar cuántas discusiones y cuántas lágrimas llegó a derramar Brisa por su esposo, ni cuánto lamentó éste no haber atendido a sus exigencias con anterioridad. Y así, mientras los combates proseguían, la Dama Celeste buscó la forma de abandonar su reino, Caelum, para no volver jamás.

No obstante, bajo esta decisión se escondía la malévola inquina de un ser de oscuridad pura. En sus sueños, Brisa se veía descender de las nubes y caer a lo más profundo de la tierra, donde una dama de cabellos rojizos consolaba sus penas con promesas de poder inimaginable. A cambio, Brisa no tenía más que llevarse la invitación al torneo, el pase del Titan para optar a la Esencia de la Divinidad. Hicieron falta muchas noches, pero poco a poco las pesadillas fueron transformándose en sueños prometedores, y estos, a su vez, en el vaticinio de un nuevo orden para Calamburia.

Y de este modo, la noche de la final, mientras los habitantes del reino vitoreaban a los Taberneros, ganadores del Torneo, Kashiri, la Emperatriz Tenebrosa fue conjurada por las Zíngaras, secretas adoradoras de su poder.

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Kashiri hizo acto de aparición, y los participantes del Torneo se prepararon para hacerle frente. Los primeros fueron los mismísimos Seres del Aire. Brisa jamás había visto en carne y hueso a la consorte de sus sueños; pensó, de este modo, que se trataba de un peligro diferente. Por desgracia, el poder de la Dama Celeste se hallaba influenciado por Kashiri, y ni ella, ni Siroco lograron detenerla. A un golpe de su báculo, los dos salieron despedidos.

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A continuación, los Impromagos se lanzaron al ataque. Eme y Sirene ejecutaron un poder conjunto de parálisis y Kashiri quedó petrificada… durante unos segundos. Los pobres estudiantes no eran rival para una hechicera como ella, así que a estos también se los quitó de en medio.

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Morgana se lanzó con su botella, dispuesta para el combate cuerpo a cuerpo, pero Kashiri respondió aprisionando su cuello, y casi estrangulándola, la arrojó de su camino.

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Sólo Comosu, demostrando que era el Elegido, pudo llegar a detenerla durante un buen rato. Yo, que presenciaba la escena desde muy cerca, a punto estuvo de creer que la Emperatriz Tenebrosa había sido derrotada, pero no fue así. El poder de la marca en la frente del Desterrado, símbolo heredado del Titán, era muy superior a la magia de Kashiri, pero ésta, conocedora del secreto guardado por Petequia durante años, reveló oportunamente el el padre de Comosu era el mismísimo rey Rodrigo. El muchacho perdió la concentración y cruzo la barrera creada por Adonis y Quasi para llegar a su majestad, mientras tanto,  Kashiri avanzó hasta la Esencia.

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Tras arrebatarla de los dedos trémulos de Ébedi, Kashiri colocó el frasco en sus labios y pronunció un juramento: “¡Con la esencia de la Divinidad escaparé del Inframundo y dominaré Calamburia!” Así dijo, y bebió.

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¡Oh, Musas! ¡Tomad el control de mi ánimo, si os resulta posible, pues el miedo no me permite escribir con claridad! Kashiri bebió la Esencia. De nada sirvió que el Rey le recordase que los efectos del néctar del Titán solo eran efectivos para los poseedores de la C, pues Kashiri ya tenía la suya propia; aquella que Brisa, ahora llamada Ventisca, se había llevado consigo al escapar de Caelum. Los sueños de la Dama Celeste se habían hecho realidad. La Esencia de la Divinidad hizo efecto, y la Guardiana del Inframundo quedó liberada de su reino.

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Las Zíngaras no tardaron en rendirle pleitesía. Siguió Morgana, que adivinó en Kashiri una regente más provechosa que los Reyes y dispuso el barco del Capitán Flick a la emperatriz. Petequia, por su parte, vio la oportunidad para expulsar a su hermana, de modo que también se unió.

De este modo, Kashiri no tardó en marchar al mando de un ejército de fieles. Al otro lado quedaron quienes aún se aferraban al orden: los Impromagos, Taberneros y Porteros, todos bajo el gobierno de los Reyes.

La tierra de Calamburia se agita con la promesa de la batalla. El caos avanza imparable, mientras las fuerzas del orden preparan su defensa. Ni siquiera los dioses saben qué futuro aguarda a nuestro continente, y si será Kashiri o Urraca quienes ocupen el poder.

enfocada5

¿Qué más puedo decir yo, un humilde cronista? No me quedan palabras, ni ánimo. En mi cabeza creo en el bien, por supuesto. Sin embargo hay algo que se agita en el centro de mi corazón; una tentación que me aterra y me seduce a partes iguales: ¿y se Kashiri no es el verdadero mal? Sé que hay muchos secretos entre los antiguos participantes al Torneo, y presiento que aún quedan sorpresas reveladoras con las que esta trama, que ahora comienza, podría dar un giro drástico a los acontecimientos.

Sólo me queda una recomendación: que cada uno busque en su interior, elija un bando al que pertenecer, y que el destino conceda la victoria.

Captura de pantalla 2014-10-03 a la(s) 11.28.38


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