La Torre de Skuchaín era una antigua construcción erigida por el propio Theodus y sus hermanas, pero los cimientos pertenecían a antiguas ciudades de los antepasados de los Nómadas, antes de que estos se abandonasen a la vida del desierto.
Sus irregulares pasadizos y cámaras ocultas eran usados para guardar víveres no perecederos para situaciones de extrema necesidad, pero nadie llevaba un recuento real de cuántas salas y recovecos podía tener la base de la torre.
Una de esas salas estaba siendo usada para unos fines cuestionables. Los gritos emergían por la entrada de una pequeña habitación, imperiosos y un poco chillones.
– ¡Rápido, rápido! ¡Completa el círculo! ¡No tenemos tiempo!
Dos pequeños Impromagos se movían trabajosamente, con velas en las manos y tizas de colores, pintarrajeando el suelo con extraños símbolos.
– Trai, creo que esto es un poco peligroso. Nunca nadie lo ha intentado – dijo refunfuñón Grahim, mientras trataba de dibujar una línea recta mientras el sudor le resbalaba por la frente.
– ¡Justamente por eso debemos hacerlo! Me he estudiado todo el ritual de invocación de los duendes y sólo he tenido que hacer unos pocos cambios. Tuve que usar los los apuntes de Sirene para algún apartado complicado, pero ya lo tengo todo super claro – dijo Trai, la jóven Impromaga, satisfecha.
– Pero el ritual era para invocar duendes, no para alterar a Pelusón – le recordó su compañero.
En el centro del círculo, dormitaba Pelusón, un Gnomo del Polvo. Estas esponjosas criaturas sólo existían Skuchaín. Los Eruditos afirman que esto es debido a la exposición del polvo a las irradiaciones mágicas de la Torre, dando lugar a una nueva y extraña vida. Los Gnomos del Polvo eran como los roedores de cualquier casa: inofensivos y domesticables. No era extraño ver como muchos de los alumnos habían adoptado uno como mascota; al fin y al cabo, eran extrañamente resistentes a la magia y fácilmente reemplazables.
– ¡Haremos de Pelusón la criatura mágica terrorífica más super guay! – dijo Trai con los ojos brillando de la emoción -. Podrá volar, echar rayos por los ojos y comerá hortelanos para volverse más grande y fuerte.
– ¡Eso va en contra de la naturaleza! Además, ¿Y si nos come a nosotros? – dijo Grahim entre el enfado y el miedo.
– ¡Pamplinas! ¡Mi hechizo es perfecto! – dijo Trai terminando el círculo -. Muy bien, vamos allá. ¡Convoquemos al Monstruo Pelusón de la Destrucción del Mal!
– No me gusta el nombre. Es demasiado largo.
– ¡Ya verás como es el nombre perfecto cuando lo veas ante tí! Vamos, recitemos el hechizo.
Ambos Impromagos empezaron a salmodiar suavemente, moviendo sus varitas a un pausado ritmo, como si fuesen los directores de una orquesta. Un antinatural viento se levantó e hizo titilar las velas, pero ninguna se apagó. Unas luces multicolores empezaron a dar vueltas alrededor del círculo, haciendo ondear sus capas de Impromagos. La forma de Pelusón comenzó a ondular, como si tuviese un reflejo, aunque él seguía plácidamente dormido. Las sombras se modificaron en las paredes, desdibujandose y adoptando un cariz irreal. El viento arreció, amenazando con ahogar las voces de los jóvenes Impromagos y la sombra de Pelusón creció en la pared, desarrollando cuernos de aspecto peligroso y lo que parecían patas con garras. Las luces pasaron a ser un huracán multicolor que despedía chispas y removía el polvo de toda la sala.
Pelusón abrió los ojos de repente, mirando a su alrededor confuso. La sombra de la pared se incorporó, llegando casi hasta el techo. El hechizo estaba cerca de su final, pero una mota de polvo entró por una de las branquias de su cuello y empezó a estornudar con fuerza. Grahim la miró nervioso y se confundió con una de las palabras del hechizo. El tornado multicolor se tambaleó y se estrelló contra la pared, haciendo añicos la sombra y apagando todas las velas de golpe.
Entre toses, Trai volvió a encender las velas, mirando con desagrado el estropicio. Pelusón se hallaba tranquilamente mordisqueando una vela, con la mirada ausente.
– ¡Casi morimos! ¡Iba a ser gigante y super terrorífico! – dijo Grahim con los ojos muy abiertos.
– ¡Te lo dije! Tenemos que volver a intentarlo, poniéndonos máscaras o algo para que no nos haga toser el polvo – dijo con un mohín Trai, mirando el destrozo.
– ¿Qué es todo esto? ¿Tratabais de invocar una criatura? ¡Eso va contra los Estatutos de la Torre! – dijo una voz desde el dintel de la puerta.
Ambos alumnos se giraron con cara de espanto , removiendo los pies en el suelo.
– Lo sentimos Félix – respondieron a coro los dos niños, de una manera casi automática.
El Erudito miró a su alrededor y dijo con un resoplido:
– Es un muy buen círculo de invocación y me gusta los cambios que habéis hecho en las runas de contención. Pero aún así, está prohibidisimo. Recordad que la última invocación fallida se comió una de las mesas del Gran Comedor y tuvieron que cazarla todos los Prefectos. Estos pasillos pueden ser muy peligrosos.
– Sí, Félix – dijeron ambos mirando al suelo, aunque Trai intentó disimular una sonrisa de orgullo.
– Luego os llegará una misiva con vuestro castigo. Por ahora tenéis que subir a la planta principal, tienes tu visita anual, Trai – dijo con voz extrañamente amable Félix.
– ¡No puede ser! ¿Era hoy? ¡Se me había olvidado! ¡Corre, acompáñame, Grahim! – dijo Trai echando a correr y tirando de la manga de su compañero.
Corrieron por los oscuros pasillos hasta emprender las escaleras que llevaban a la planta principal de la Torre. Cruzaron grupos de Impromagos que iban atareados a sus diferentes asignaturas y duendes que realizaban cabriolas y todo tipo de trastadas hasta llegar a la entrada principal.
Trai se detuvo resoplando y trató de colocarse bien la capa y darle una cierta forma a su pelo.
– ¿Cómo estoy? ¿Estoy bien? – preguntó ansiosa.
– Sigues con tu cara de pez de siempre. Y estás sudada – dijo más refunfuñón que nunca Grahim.
– ¡No soy un pez! ¡Soy medio Tritona! Y me lo dice el salvaje que va siempre descalzo.
– ¡Los zapatos me aprietan y no me dejan sentir la piedra! – le gritó Grahim.
– ¿Estás enfadado conmigo? – preguntó extrañada su amiga.
– Sí. Bueno, no. Estoy enfadado porque viene tu familia a verte – dijo cruzándose de brazos y evitando mirarla.
– Bueno, mi padre me viene a buscar una vez al año para llevarme con mi madre. El es un super marinero y su trabajo es descubrir nuevas tierras y ella es una Tritona super importante del reino bajo el agua – dijo emocionada, olvidándose el enfado.
– Pues eso, al menos les ves una vez al año y son padres increíbles. A mí nunca me viene a ver nadie – dijo apesadumbrado Grahim, con los ojos humedecidos -. Seguro que la gente de ese molino solo me echa de menos porque ya no puedo cargar sacos con la ayuda de la impromagia.
– ¡Tú eres mucho más útil que todo eso! ¡Eres el mejor amigo que he tenido nunca y el año que viene, te llevaré conmigo y viajaremos en barco y te enseñaré todo lo que hay sumergido bajo el agua! – dijo su amiga, agarrándole de las manos.
Grahim levantó la mirada con timidez, sintiéndose un poco incómodo con el contacto.
– ¿De verdad harías eso por mi? Nunca nadie hace nada por mí – dijo el joven Impromago, olvidándose de su enfado.
– Somos amigos y lo vamos a ser para siempre. ¡Haré eso, y mucho más! Mientras no esté, estudia cómo podemos hacer de Pelusón un monstruo aún más grande y super chachi. ¡Hasta pronto! – exclamó Trai mientras echaba a correr hacia James Fox, que la abrazó levantándola en volandas.
Grahim les vió partir cogidos de la mano con tristeza. Pero a la vez, notaba algo cálido en el pecho: Era el calor de la amistad.