Originarios de las Montañas Cobrizas, situadas en el inhóspito norte, los salvajes fueron los primeros humanos completos que poblaron Calamburia. Siendo la creación más perfecta del Titán hasta el momento, se dice que algunos abandonaron las montañas y ocuparon las tierras del sur. Allí esclavizaron a las razas inferiores, como los hortelanos, y construyeron ciudades, imperios… En otras palabras, se volvieron blandos y cobardes. Eso sucedió siglos atrás, pero es un evento innegable que coloca a los salvajes, muy a pesar de la actual nobleza Calamburiana, como los verdaderos antecesores de todos los hombres.
También hubo salvajes que permanecieron en las montañas. Los clanes del oso, el lobo, el águila, el escorpión y la serpiente, se mantuvieron fieles a la tradición de sus ancestros, transmitiendo la leyenda de sus orígenes de boca a oreja durante generaciones y guardando por siempre los lugares sagrados: la Primera Gruta —donde los hombres originarios fueron creados—, el Estanque de Crital —donde los salvajes pudieron verse el rostro por primera vez— y el Sagrado Zócalo de Prolita —de donde los chamanes obtienen sus místicos poderes. En ocasiones, cuando la amenaza de los pueblos más civilizados se hacía palpable, todas las tribus salvajes se unificaban bajo un mismo mando. De ahí surgió la estirpe de los reyes errantes.
Aún así, la historia de los salvajes no se caracterizó siempre por la unión. Tras una imperdonable traición, el clan del Escorpión fue desterrado. Años más tarde, le siguió la huída del clan de la Serpiente. Ahora, los descendientes de estos clanes son conocidos como las Amazonas y los Nómadas de las arenas respectivamente. Con un pueblo cada vez menos numeroso, Dorna, hija y heredera del último de los reyes errantes, se vió obligada a casarse con el heredero del trono de Ámbar para poner fin a siglos de sangrientas guerras.
Pero la paz duró poco. Dorna y su marido Comosu fueron destronados. La reina creyó que su único hijo había sido asesinado así que, abatida, se retiró de nuevo a las montañas. Allí rehizo su vida e incluso dio a luz a un nuevo retoño al que llamó Khølontai, de pura sangre salvaje, en el que Dorna depositó la esperanza de volver a unificar todas las tribus bajo un futuro rey errante que vengara un día las afrentas de las gentes del sur. Luego, un buen día, Dorna y Córugan, su fiel chamán, desaparecieron. Cuando volvieron, Khølontai percibió en el rostro de su madre que algo había cambiado en ella. Donde antes había pena y ansia de venganza, ahora había paz. No volvió a hablar nunca a su hijo de hacer la guerra ni de los reyes errantes. Las tribus vivieron en paz y armonía durante años.
Khølontai creció y un día encontró en mitad de las montañas a un pequeño niño abandonado que hablaba el idioma de los animales. Puso al pequeño de nombre Khamal, aunque cariñosamente siempre se refería a él como el niño-fiera, ya que era capaz de aullar como el más grande de los lobos y trepar a los árboles como el más hábil de los monos. Le adoptó como a su hijo y protegido, le enseñó la lengua salvaje y las artes de la lucha cuerpo a cuerpo. A cambio él le enseñó a entender el canto de los pájaros y el nombre que los animales daban a todas las estrellas. Se hicieron inseparables y un día, a la luz de la luna creciente, hicieron un pacto de sangre: darían la vida el uno por el otro si era necesario.
Tras años de paz, llegan ecos del sur. La guerra vuelve a cernirse sobre el pueblo salvaje por la ambición de aquellos que se consideran seres superiores. En esta ocasión, los Calamburianos parecen desear arrebatarles sus bienes sagrados más preciados: todos los yacimientos de la sagrada prolita. ¿Podrán Khølontai y Khamal volver a unificar a las tribus para hacer frente a esta nueva amenaza?
LOS SALVAJES
Ellos son la raza primigenia de Calamburia. Valerosos, nobles y grandes guerreros, aunque algo rudos. Ahora se enfrentan a una nueva invasión, pero ellos defenderán a su pueblo con su vida si es necesario. ¡Que suenen los tambores de guerra pues aquí llegan los Salvajes!
La pareja
Khamal
Él es un niño abandonado que se crió entre las bestias a las que ahora considera su propia familia. Ágil, astuto y valiente luchará para proteger sus montañas de cualquier amenaza. ¡Temblad ante el aullido de Khamal, el niño-fiera!
Khølontai
Él es el heredero de una larga estirpe de reyes. Fuerte y poderoso pero también sabio y justo, está dispuesto a unificar de nuevo a su pueblo para rechazar la amenaza extranjera. ¡Postraos ante la grandeza de Khølontai, el príncipe errante!