Los hortelanos

Habiendo vivido largos siglos sometidos a la nobleza de Calamburia, los hortelanos iniciaron un cambio que no tenía vuelta atrás. Tras salvar la vida al Rey Rodrigo IV, una patata llamada Fecu se ganó el derecho a ser instruida y criada como un humano. Aprendió a leer y escribir, absorbió todo el cnocieminto como una esponja y, lo más importante, tuvo sueños. Sueños vívidos y dorados en los que las patatas alcanzaban la tan ansiada libertad. Quiso el destino que Fecu, la Libertadora, se encontrara con Granfel, una creación del impromago Eme, que poseía —aunque en un grado muy leve— poderes mágicos herederos de su creador. Entre los dos, enarbolaron la bandera de la libertad en nombre de todos los tubérculos oprimidos. Cuentan que incluso, tan solo con la fuerza de su tesón y empeño, lograron ganar el V Torneo del Titán. Sin embargo, la oscuridad arrancó de las manos de Fecu la esencia de la divinidad justo antes de consumar su proyecto y el mundo fue sumido en una pesadilla. Para cualquier hortelano que hubiera rozado con los dedos la libertad, volver a la “normalidad” era ya en sí una pesadilla. Cuentan que Fecu se retiró a las montañas donde, abatida no tanto por su derrota sino por haber estado tan cerca de la victoria, escribió sus memorias. Dicen que esas memorias cayeron en las manos de una entonces joven patata, que se propuso seguir el legado de los pioneros.

Después de los progresos de Fecu, la Gran Libertadora, los hortelanos empezaron su propio proceso de civilización. Aquellas patatas que aprendieron a leer y escribir a manos de la pionera, enseñaron a otras, se dice que Granfel incluso creó una orden de Chamanes de la Gran Papa capaz de sanar los sabañones, acabar con el escarabajo de la patata o hacer que las flores del boniato cambiaran de color. Durante el reinado de Amunet, el proceso de desarrollo de los tubérculos prosiguió pasando prácticamente inadvertido por la Emperatriz, que no les prestó atención. Fue entonces cuando aprovecharon su ocasión para hacerse valer, cuando los ejércitos reales alcanzaron el Palacio de Ámabar, los horteanos se sumaron a sus huestes y fueron decisivos.

Tras la restauración en el trono de Rodrigo VII —un rey gentil, amante de la horticultura y favorable a todas las verduras— su majestad ha decretado que, a partir de ahora, las patatas sean consideradas súbditos de pleno derecho. Para dar credibilidad a dichas medidas, incluso ha nombrado a Ipomea, una especialmente brillante y organizada, como Ministra de su gabinete. El sueño de Ipomea es impulsar el pleno desarrollo de su pueblo, aunque para ello tenga que utilizar los métodos más duros y contundentes. Su libro de cabecera, que cayó en sus pequeñas manos siendo un tierno retoño, son las memorias de Fecu la Libertadora, a quien venera y en quien encuentra un ejemplo que le sirve de guía. Su obsesión es que su pueblo no se conforme con la posición subsidiaria que aún ocupa sino que alcance un estadio superior al de los humanos, que cultiven las artes y las ciencias, que desarrollen el amor por la lectura y la escultura, por la navegación y la guerra. Sin embargo, se ve obligada a contemplar con frustración como su pueblo siempre simple y sencillo, tras siglos de analfabetismo, se conforma con leer semanalmente “Rosita, la Batata enamorada” un pasquín romántico de poca monta que causa asombroso furor entre los suyos. Pero Ipomea no se piensa rendir, pondrá su recién estrenado poder como ministra para llevar a su pueblo hacia el progreso civilizatorio que soñaron sus antecesores, les guste o no.

Su mano derecha y brazo ejecutor es Giovanni Tuberata, una patata que sueña con ser pirata y surcar los siete mares. Desde que se conocieron, luchando en la guerra contra los demonios en nombre de Doddy el destronado, surgió entre ellos una bonita amistad. Ipomea, le enseñó las escrituras sagradas de la Libertadora y le convenció de que debía de luchar para ser aquello que más deseara en la vida. Giovanni es un excelente luchador, capaz de manejar la horca con asombrosa precisión y ensartar a cualquier enemigo que se le ponga por delante, por lo que sirve de agente del orden a las órdenes de la ministra. Sin embargo, él también leyó libros de pequeño, por lo que su sueño es que un día quiere ser pirata: surcar los siete mares a bordo de un velero en busca de aventuras y tesoros por desenterrar. Ipomea le juró que no hay límites para una patata decidida, por lo que Giovanni juró ponerle su nombre a su primer barco. 


LOS HORTELANOS

Ellos nacieron de las entrañas mismas de la tierra antes de la aparición de los primeros hombres. Tras siglos de opresión a manos de los humanos, han mostrado su eficacia en batalla consiguiendo con tesón el lugar que la historia les negó. ¡Que tiemble la tierra bajo vuestros piés pues aquí llegan los Hortelanos!


La pareja

Ipomea

Ella es una hortelana especialmente brillante y organizada, y la primera que ha formado parte del gobierno de Calamburia. Está decidida a llevar a su pueblo hacia su siguiente estado de desarrollo, para lo que no dudará en emplear mano dura si es necesario. ¡Mostrad respeto ante la Ministra Ipomea, justicia de la tierra!


Giovanni Tuberata

Él es un valiente soldado capaz de ensartar a cualquier enemigo con su horca. Sin embargo, tras su eficacia y diligencia se esconde un soñador. ¡Levad anclas pues aquí lleva Giovanni Tuberata, la Patata que quiere ser pirata!