73. LO QUE LAS MAREAS ARRASTRAN

Los vientos azotaban una desolada playa cercana a las inmediaciones de Instántalor. El cielo, gris y encapotado, dejaba caer de vez en cuando frías ráfagas de lluvia, humedeciendo la arena.

El mar estaba embravecido y las olas se peleaban entre sí, lanzándose furiosos embates de espuma y sal. Solo una parte se mantenía misteriosamente tranquila, como un estanque. De pronto el agua empezó a relucir, y empujadas suavemente por una energía invisible, emergieron dos figuras.

Se trataba de dos tritones, pero no unos cualesquiera: el primero lucía corona, y el aire regio de quien ha sido obedecido durante toda su vida; la otra mantenía una postura relajada y alerta, que indicaba una sensación de poder contenido. Transportados por una masa de espuma burbujeante, fueron acercándose a la orilla. Ambos pisaron tierra firme con un decidido paso.

Era la primera vez en cientos de años que un Tritón hollaba el suelo de Calamburia.

Itaqua, príncipe heredero de todo lo que vive y muere bajo las olas, analizó con gesto apesadumbrado la costa. Sus ojos se fijaron en las piedras ruinosas que recordaban la forma de columnas, e incluso estatuas. Estaban rotas, cubiertas de liquen y escoria. Le eran familiares, dolorosamente familiares. Apretó su tridente con furia contenida, mientras los recuerdos le asolaban.

– ¡Corred! ¡Al refugio! ¡Rápido! –Gritó el príncipe heredero a sus súbditos- ¡Que las castas ayuden a su nivel inmediatamente superior!

triton recuerdaJunto a él, centenares de tritones escapaban de Aurantaquía, el hogar submarino de los tritones. Las gigantescas columnas se desplomaban y giraban en un vórtice aleatorio e imparable. Con ojos impotentes, observó cómo sus súbditos morían aplastados bajo toneladas de mortífero coral.

Su mirada se alzó hacia las aguas más alejadas. Allí residía el origen del caos: dos figuras brillantes, reluciendo con una maligna luz azulada. A su alrededor, el mar giraba embravecido, asolando todo a su paso. Terráneos.

El príncipe trató de usar toda su fuerza, todo su conocimiento de los mares, pero fue inútil: podía sentir la fuerza del Leviatán en aquellas dos figuras, la fuerza de un odio milenario e inmortal. Aquellos humanos habían vuelto a dañar a su raza con su estupidez. Con un rugido de frustración, dedicó una última mirada vengativa a las dos temibles figuras y se dispuso a ayudar a sus ciudadanos. A salvar lo que pudiera de su civilización.

Aquilea miró con atención la arena de la playa y disfrutó la sensación del aire en su piel. La tierra firme era mucho mejor de lo que pensaba, hasta que sus ojos se posaron en una pequeña concha muy característica. Igual que las que llevaba en el cuello. Igual que las que él llevaba.

– ¡Aquilea! ¡Maldita sea Aquilea, te necesito! – gritó una voz apremiante.

Aquilea abrió los ojos y fue consciente del dolor de su hombro. Había sido herida, y al parecer era grave.

– Por fin despiertas. Si no lo hubieses hecho, yo…-suspiró aliviado el tritón que se erguía delante. Su collar brillaba en la penumbra.- Con cuidado, aún estas…

Por el rabillo del ojo, la joven guerrera detectó un movimiento detrás del tritón, lo apartó con un ademán de su brazo y ensartó una criatura con escamas que chirrió de dolor.

– Bueno…quizás no estás tan mal como pareces –. dijo con una risa nerviosa Azshara, el único amante y compañero que había conocido Aquilea.

Por encima de ellos, en las alturas, el agua hervía con una fuerza imparable, oponiendo dos fuerzas fuera de este mundo: la alianza de Calamburia, reluciendo con una cálida luz dorada entretejida con rayos rojos, contra un vórtice de palpitante energía azul. Y a su alrededor, cientos de tritones luchando contra las Semillas del Leviatán: deformes cuerpos escamosos llenos de dientes, que iban menguando la población de tritones a dentelladas.

– Debemos reagruparnos. ¡Debemos luchar y ayudar a esos terráneos!

– ¡No, Aquilea! Ellos son los culpables de todo esto! Hasta el propio príncipe Itaqua lo dice.

– Itaqua tiene miedo. Pero ellos son los únicos que pueden plantar cara al Leviatán.

– Quizás tengas razón… ¡parece que están ganando!

– Si es que no destruyen lo que queda de Aurantaquía… – musitó entre dientes Aquilea, mientras se levantaba.

– Vale. ¡Reagrupémonos! Yo me encargaré de reunir a soldados en estado de luchar. Pero antes… -Azshara se giró y le dio un apasionado beso -¡Tenía que hacerlo! ¡Por Aurantaquía!

Con un rápido impulso de sus pies, se alejó elevándose en el agua. Tras avanzar unos cuantos metros, se giró y sonrió a su amada. Entonces fue embestido por las fauces abiertas de una gigantesca criatura, y partido en dos con un sonoro chasquido.

tritona recuerda Aquilea se encontró propulsándose a toda velocidad hacia la criatura, gritando con un gemido estremecedor. No sentía ya el dolor de sus heridas. De hecho, nunca más volvería a sentir nada, ni siquiera cuando hincó su espada en el lomo de la criatura.

Ambos tritones fijaron sus miradas al frente, hacia el camino que salía de la playa, serpenteaba entre las colinas y llegaban hasta Instántalor. Uno, decidido a no dejar que los asuntos de los hombres condenasen a los tritones sin importar el precio; la otra, dispuesta a mantener la paz para que nadie tuviera que sufrir lo que ella sufrió.

Los tritones habían hollado la tierra. Calamburia nunca volvería a ser la misma.

tritones batalla

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