Contaré una leyenda
de esas que se rebelan al fuego.
Una de amor y tristeza
Que sobre el corazón permanece luego.
Habla de Kashiri, la guardiana,
de su pasado de felicidad.
De cómo fue engañada
Y la corrompió la maldad.
Era Kashiri una joven princesa,
de pelo largo, liso y rojo.
Vivía alegre, sin preocupaciones,
ni había en su alma enojo
Un verano, como otro cualquiera,
Kashiri conoció a un joven rey.
Ambos se enamoraron,
y hubo boda, como dicta la ley
Pero en guerra cayó su reino,
y el rey hubo de partir.
Las malas noticias llegaron:
Herido estaba, a punto de morir.
No le quedaba hálito
cuando Kashiri le vio.
Un último beso en los labios
Y su alma voló
Despechada, maldijo Kashiri,
y su maldición fue escuchada.
Acudió el señor del Inframundo,
para tratar sobre el alma robada
Una por otra, dijo el demonio,
una por otra, concedió la mujer.
El príncipe se sintió resucitar,
y ella se notó a perecer.
Al Infierno descendió Kashiri,
sintiéndose fuerte por su amor.
Y cuando al demonio hizo frente
Fue capaz de causarle pavor.
Robole el báculo,
Aquella gran fuente de control.
Y así se erigió Emperatriz,
A cambio de nuca más ver el sol.
Era poderosa en su reino,
ni viva ni muerta, ni dueña ni esclava.
No hallaría más a su príncipe,
ni el amor que le profesaba
Había quedado maldita,
ya no podía salir.
Sólo un nuevo amor despechado,
Le daría fuerzas para resurgir.