66. EL DESPERTAR DEL DRAGÓN

-¡Aguantad! –gritaba Dorna.

Sus órdenes quedaban enmudecidas por el ensordecedor grito del Dragón. La bestia sobrevolaba las montañas, derritiendo la nieve con su fuego. A cada pasada, un centenar de soldados era calcinado. Las tropas aún resistían, pero cada vez era más evidente que nada podían contra aquel enemigo. No obstante, la Reina no esperaba vencerlo por medios normales. Quería que dejara los cielos y se aposentara en tierra. Sólo entonces conseguiría asestarle el golpe mortal, aquél que no esperaba: la fuerza del Elegido.

relato dragon 1

Comosu aguardaba en la tienda real, aterrado por los chillidos agonizantes de los soldados, el estruendoso crepitar de las llamas y las voces que gritaban auxilio y ánimos a partes iguales. Corugán protegía el lugar con sus hechizos, mientras Sirene se ocupaba, mediante palabras de ánimo, de que el joven Rey no perdiera del todo su valor

-Adelante, Comosu. Sólo tendrás que esperar un poco más. El Dragón se cansará de volar tarde o temprano –le decía.

-En unos minutos, según mis cálculos –intervino Minerva, quien se encontraba haciendo labores de consejera.

-¿Cuánto son unos minutos? –Quiso saber Urraca.

Incluso ella, la reina destronada, había viajado hasta las montañas para ponerse del lado de la corona. Sin duda anhelaba el trono, pero aquel no era momento para robarlo. Primero había que asegurarse de que hubiera un reino que mantener.relato dragon 2

En lo referente a superación de crisis extremas, ella era toda una experta, por eso era conveniente contar con ella en un instante como aquel.

-Debemos saber el tiempo exacto, o nuestros soldados terminarán desmoralizados.

-Resulta complicado establecer los cálculos –se defendió Minerva

-Unos dos minutos –Terció Katurian, entrando en la tienda-. Dos minutos y treinta segundos, para ser exactos.

-¿Seguro? –Preguntó la erudita, recelosa.

-¡Por supuesto! Mis cálculos no fallan.

-Podemos aguantar dos minutos y medio –afirmó Urraca.

Pero cuando asomó la cabeza fuera de la tienda, y escrutó el campo de batalla, el ánimo se le cayó a los pies.

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Los Hijos del Dragón manejaban un poder superior al que nadie esperaba. Mediante poderosos hechizos habían hipnotizado a la mitad del ejército, de tal forma que los aliados peleaban unos contra otros y, entretanto, el Dragón continuaba sus pasadas, chamuscando sin miramientos a cuantos hallaba a su paso.

De este modo, héroes como Banjuló, la hortelana Rosi, o el mismísimo Eme atacaban a sus propias fuerzas. Tal vez dos minutos y medio fueran demasiado. Tal vez en unos segundos el ejército estaría diezmado.

Pero entonces un nuevo personaje apareció en campo de batalla. Alguien que sin duda no era esperado.

Kashiri.

La Emperatriz Tenebrosa se apoyaba en su báculo para caminar. Tenía una expresión derrotada, vencida. Había gastado muchas energías alimentando a un dios que la había traicionado. De no ser porque ella controlaba la entrada de muertos en el Inframundo, ya habría engrosado sus filas.relato 6

Kashiri se irguió todo lo que pudo, observo a cuantos la rodeaban y dijo:

¡Trágico este día en el que yo, la Reina del Inframundo, fui engañada por los Hijos del Dragón. Intenté reinar sobre todo Calamburia y ellos me engañaron, despertando a su antiguo dios y buscando la aniquilación de todas las cosas vivientes. Ahora, vencida y hundida, sin orgullo con el que erguir este báculo con el que ahora me apoyo, me pongo del lado del bien por una vez, como si la mujer que una vez fui, la reina bondadosa que antes habitaba este cuerpo, emergiera para realizar un último acto de compasión. Os conmino, o calamburianos, a luchar contra semejante fuerza, si es que queréis que todo regrese a la normalidad. ¡Aunad las energías que os resten, y emplead vuestros poderes!

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Sus palabras elevaron los ánimos cuando todo parecía perdido. Sirene, que estaba tan aterrada como los demás, salió de la tienda, y con un hábil conjuro logró que buena parte de los hipnotizados fueran liberados. Luego Kashiri, Corugan, Sirene y el recién recuperado Eme aunaron fuerzas para concentrar sus ataques, no en el Dragón, sino en sus hijos.

La amenaza de semejante peligro hizo que la criatura tomara tierra para defender a los suyos.

-¡Ahora! –Gritó Dorna.

Comosu tomó aire, salió de la tienda y mostró su frente. En ella brillaba la marca del elegido con toda la fuerza acumulada del Titán, extraída durante tanto tiempo por los héroes de Calamburia. Aquella poderosa energía salió como un torrente de fuerza, y al igual que había sucedido en tiempos inmemoriales, cuando ambos dioses se disputaban la tierra, logró que el Dragón gimiera de dolor. La criatura quiso retomar el vuelo, pero aquel poderoso rayo no se despegó de sus escamas. Con un último golpe de fuerza, el dios milenario cayó a tierra y desapareció.

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Los Hijos del Dragón también habían desaparecido.

Los vítores fueron multitudinarios. La gente se agrupó en torno al joven Rey y le alzó en hombros. Minerva, con su todo su aire de erudición, salió de la tienda y dijo:

-De nuevo, el Elegido rey Comosu ha evitado el mal y ha conseguido que en Calamburia reine la paz. Propongo que se restablezca su trono, y que en su honor se celebren festejos… yo no iré, claro. Tengo mucho que estudiar.

El pueblo de Calamburia allí reunido aprobó aquella propuesta. Así se llevaron al joven rey, de vuelta al Palacio de Ámbar, donde los Hijos del Dragón a punto estuvieron de lograr la destrucción de todo ser viviente.relato 5

Sin embargo, cuando las montañas quedaron desiertas, emergió una extraña sombra. Se trataba de Okura Rensin. Sus ropas, aunque aún conservaban el tono carmesí, habían cambiado en forma, revelando un uniforme diferente al de los Hijos del Dragón. Okura rió con sorna, jactándose de su estratagema. Todo este tiempo se había hecho pasar por uno de los Hijos, con objeto de acumular poder. Sin embargo era diferente; más oscuro y malévolo; lleno de una maldad perversa que emplearía para deshacerse de sus oponentes.

Él era el Mariscal del Fuego.

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65. DISPUESTOS PARA EL APOCALIPSIS

El rugido del Dragón alertó a todos en el campamento de montaña. Los salvajes agarraron las empuñaduras de sus armas. A lo lejos, en el pico más alto, la potente vibración ocasionó un alud.

-¡Ya despierta! –gritaron algunos.

-¡A las armas! –dijeron otros.

DORNA ENFADADA SALVAJE MONTAÑAS CALAMBURIADorna abandonó su tienda. En sus ojos brillaba el azogue previo a una batalla que sabía perdida. El Dragón acababa de despertar; sus hijos se habían encargado de ello. Arrasaría todo Calamburia, la enterraría en ceniza y magma, para rehacer de entre sus restos una nueva civilización en la que se erigiera como dios supremo.

-¡Hombres y mujeres de las montañas, a las armas! –ordenó.

Todos obedecieron, pero Dorna sabía que nada podían hacer. ¿Y el rey? Comosu aún se hallaba bajo los cuidados de Sirene, disfrutando de una inocencia ajena a cualquier mal. Lo más paradójico de todo era pensar que, ante todo, él continuaba siendo el Elegido, y que si había alguien capaz de canalizar toda la esencia del Titán que los héroes habían estado acumulando, era él. ¿Estaba preparado para llevarlo a cabo?

Desvió la mirada hacia su tienda. A través de la estrecha franja que dejaban las cortinas, pudo ver al Rey jugueteando con unos pequeños fuegos artificiales realizados por Sirene. Nada le perturbaba, ni siquiera había percibido el poderoso rugido de la milenaria criatura.TROVADORES PRESENTANDOSE calamburia

-¡Mi señora! –llamó Olazir –¡Albricias! Los soldados del reino han llegado.

Quiso acompañar sus palabras con el rasgar de su arpa, pero Dorna le detuvo. Después, alzó la mirada.

Así era. Desde el camino que ascendía al territorio de los salvajes, podía percibirse una columna de soldados. Habría miles de ellos. A la cabeza destacaban los Hombres del Rey, llamados así porque aún eran fieles a Rodrigo V. Sus cabezas tenían precio; Comosu lo había ordenado. Eran muy osados por adentrarse de aquel modo en los territorios de Dorna. Ésta se lo hizo saber apenas llegaron al campamento.

-Debéis haberos vuelto locos al aparecer sin más. Vuestra cabeza está valorada en cientos de monedas. Debería cortárosla yo misma.

hombres del rey al rescate calamburia

-No es momento para despertar viejas rencillas, señora –era el capitán Pierre Leblanc quien hablaba; acompañó sus palabras con una floritura del sombrero-. Estos hombres dudan de Comosu. Algunos dicen que ha sido hechizado. Nosotros hemos logrado movilizarles para la batalla final. Ahora lucharán de su lado. De este modo lograremos vencer al Dragón. Luego podemos ocuparnos de resolver el asunto de nuestra recompensa.

-Escasa, por cierto –añadió Balian Renoir, el fiel compañero de Pierre- Yo esperaba mucho más dinero por nuestros preciados rostros.

-Es cierto –concedió Dorna- Ahora no es momento para ocuparnos de vosotros. No obstante, aunque estéis aquí, puede que no sirva de nada. El Dragón es mucho más fuerte que todos nosotros.

-¿Y más fuerte que ellos? –Pierre señaló por encima del hombro de Dorna.

ERUDITOS TRABAJANDO CALAMBURIA            A su espalda, en pleno centro del campamento, acababan de materializarse cientos de Impromagos y eruditos. Allí estaba Eme, acompañado por Eneris y Sereni, los dos duendes que no le quitaban el ojo de encima. También habían llegado Félix y Minerva.

Apenas un segundo después, los inventores hicieron acto de aparición en una extraña máquina teletransportadora llena de bobinas, chimeneas de vapor y hélices.

-¡Te lo dije! –increpó Teslo a su hermano- Nuestra máquina no es tan rápida como los hechizos de los Impromagos. Ellos se han transportado más rápido que nosotros. ¡Hemos perdido la carrera!

-Te daré la razón por esta vez- respondió Katurian-. Aunque creo que con un perfeccionamiento aquí y allá…

Inventores peleando            Eme se aproximó a Dorna. Eneris y Seneri le colocaron bien la capa; la llevaba al revés.

-Reina Dorna –saludó, con una reverencia algo torpe- Toda la escuela de Skuchain ha venido. Ayudaremos en lo que sea necesario.

-¡En lo que sea! –dijo Seneri.

-¡En casi todo lo que sea necesario! –añadió Eneris, dando un saltito.

-Venceremos al Dragón –continuó Eme.

-¡Venecermos! –intervino Seneri.

-¡O lo intentaremos! –Puntualizó Eneris.

-Los aliados de las arenas también vienen –prosiguió Eme.

-¡Y los hortelanos! –completó Seneri.

-¡Los hortelanos, con sus vacas, sus cabras y sus marranos! –rimó Eneris.

Dorna dejó salir un profundo suspiro.

 

Sí, todos los héroes de Calamburia se habían unido para pelear contra el Dragón, pero no era suficiente. Ni siquiera aunando todos los ejércitos existentes. La única manera era convencer a Comosu de que abandonara la tienda, se concentrara, reuniera el valor para luchar y… y rezar. Rezar al Titán para que toda la esencia albergada en el Elegido fuera suficiente.

HORTELANOS Y ARENAS            La Reina agachó la cabeza. No deseaba dar malas noticias a aquellas buenas gentes, a todos los que se habían acercado hasta las montañas. Por desgracia, no tenía más remedio que hacerlo.

-Lo siento, pero…-

Una voz chillona cortó sus palabras. Era Sirene, abandonaba la tienda a la carrera.

-¡Reina Dorna! –llamó.

Se colocó a su altura, y muy despacito dijo:

-El Rey Comosu está preparado.

-¿Preparado para qué? –dijeron muchos de los que allí se encontraban.

-Preparado para combatir. Dice… dice que el Titán le ha llamado, y le ha dicho que ha llegado la hora de enfrentarse al Dragón. Está preparado. Preparado del todo.

Dorna esbozó una media sonrisa.

64. LA TRAICIÓN ROJA

El Palacio de Ámbar refulgía con un insano color rojizo. Desde su torre más alta, una columna de energía se elevaba hasta un remolino de nubes, en el cielo. Kashiri se hallaba en la base de esta cascada de poder, y arriba, más allá de los cúmulos, era capaz de percibirse la monstruosa sombra del Dragón. La criatura se alimentaba de aquella fuente de energía, emanada desde el báculo de la Emperatriz Tenebrosa. Este, a su vez, había extraído la energía de miles de inocentes; pobres desdichados, sometidos a un sacrificio que se había llevado su alma como pago, para alimentar con ella a la poderosa criatura.

dragon sobra ambar kashiri ambar

Pero el Dragón nunca parecía estar conforme con su alimentación. Su cuerpo absorbía sin parar todo aquel flujo de almas, sin que pareciera colmarse en ningún momento. Por ello, día y noche, Kashiri debía ocuparse de no descuidar su atención. De otro modo, aquel dios reptiliano podía entrar en cólera, y de hacerlo, no contaría con aliados.

Hallarse en aquella perpetua vigilia, siempre ocupándose del Dragón, había distraído a Kashiri. Mientras su báculo no dejaba de apuntar a los cielos, ella había comenzado a cuestionarse en sus decisiones. ¿Era buena idea sacar de su letargo a semejante criatura? ¿Convenía de verdad resucitarla? ¿Cuán peligroso era poseer un aliado que, en algún momento, podía ser consciente de su auténtico poder?

En definitiva, todas aquellas preguntas se reducían a una: ¿Cuánta lealtad guardaría un dios viviente a un ser inferior?

Cuando la asaltaban estos pensamientos, Kashiri se estremecía. Por ello, una noche cCaptura de pantalla 2014-12-10 a las 13.20.17omo cualquier otra, mientras su báculo extendía un torrente de poder a los cielos, resolvió que lo mejor era parar. Sus ambiciones de poder la habían llevado demasiado lejos, y si no se detenía a tiempo, pronto pasaría a formar parte de los esclavos del Dragón. No importaba que ella le hubiera despertado, ni que le procurara la energía suficiente como para alzarse sobre todo Calamburia. En este caso, el Dragón era un ser muy capaz de morder la mano de quien le alimentaba.

Con un golpe de su báculo contra el suelo, el chorro de almas se detuvo. Muy arriba, en las nubes, un rayo iluminó una figura reptiliana. Se escuchó un rugido, muy lejos, como el presagio de una tormenta. El dragón se quejaba, pero aún estaba débil para combatir. Kashiri lo sabía. No se enfrentaría a ella, aún no.hijos del dragon - guerra despertar okura uruyumi

Sin embargo…

El golpe de energía la pilló desprevenida. La arrojó al suelo, lejos de su báculo. Extendió una mano para tomarlo, pero alguien lo pisó. Kashiri alzó los ojos.

-Okura Rensin. ¿Qué pretendes? Devuélveme mi báculo.

-De momento no será posible.

-¡Traidor! –gritó Kashiri, alzándose- ¡No sabes que podría destrozarte aún sin él!

-Lo dudo. Has malgastado mucha energía alimentando al dragón. No deberías haber pensado en detenerte

-Nosotros lo haremos por ti –dijo una segunda voz.

Kashiri se volvió. Era Uruyumi. El Loto Negro caminó hasta ella sin que se escuchara ninguno de sus pasos, y la señaló.

-Hemos conocido tus pensamientos. Planeabas olvidar al Dragón. Pero nosotros, sus hijos, continuaremos tu tarea.

KASHIRI URUYUMI Dragon Ataque

-¡No lo permitiré! –gritó Kashiri, entrando en cólera- ¡Ventisca!

Un terrible viento agitó las ropas de los presentes. Las nubes se entrelazaron en un torbellino, cuya punta golpeó la torre. En ella viajaba Ventisca. Ni siquiera se detuvo a parlamentar. Con un rápido movimiento de sus brazos, un potente golpe de viento dio contra el Loto Negro. La mujer perdió el equilibrio y se precipitó al vacío. Ventisca se aposentó en el suelo, triunfante.

HIJOS DEL DRAGON GUARDIANAS FINAL CAMBIO TRONO DRAGON AMBAR IMPRO CALAMBURIA

Pero tan sólo duró unos instantes en el sitio, pues Den Shao Kan, emergiendo de la nada como una aparición fantasmagórica, la derribó con un golpe de su bastón. Ventisca cayó inconsciente. Ya en el suelo, su cuerpo comenzó a parpadear y alternar sus dos personalidades: de la dulce Brisa a Ventisca, y de nuevo a Brisa.

Brisa ventisca

Sólo quedaba Kashiri. Den Shiao y Okura Rensin se aproximaron sin miedo, pues la Emperatriz se encontraba más débil de lo que creía. Alimentar al Dragón día y noche resultaba una actividad agotadora.

-Se terminó –sentenció Den Shiao-. El trono de Calamburia es nuestro. Es lo que debía pasar. Los Hijos del Dragón poseen la tierra al fin, después de tantos años de exilio.

-¡No, traidores! ¿Cómo osáis engañarme? –se defendió Kashiri.

Pero Okura no permitió más comentarios. Apuntó a la Emperatriz, y sus manos dejaron escapar un poderoso golpe de fuerza que la arrojaron lejos de la torre. Ventisca también cayó, todavía debatiéndose entre su naturaleza bondadosa y malvada.

-Al fin reinamos –sentenció Den shiao-. Alimentemos al Dragón con nuestra energía, y pronto Calamburia se hallará bajo nuestro control.

Hijos del Dragon mascaras Calamburia

 

63. ESAS HORRENDAS PESADILLAS

-¡Trovadores! ¡Qué vengan los trovadores! –los gritos de Dorna recorrieron los corredores de la fortaleza -¡Llamad de una vez a los trovadores!

Por encima de estas órdenes, sin embargo, se escuchaba un aullido estremecedor. Era el lamento de Comosu, que volvía a despertar presa de uno de sus muchos terrores nocturnos.

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En estas monstruosas ensoñaciones, el Elegido observaba cómo la Emperatriz Tenebrosa derretía sus entrañas y, tomando su cerebro, lo estrujaba hasta convertirlo en polvo. Comosu despertaba entonces presa de terribles dolores, pero era aún más lacerante la sensación de percibir la realidad tal cual era, de saber cuánto había perdido, y cuánto había sido engañado. Recordaba cada oscuro detalle de su reinado, cuando actos y decisiones estuvieron controlados por Kashiri. En aquel tiempo actuó sin misericordia, obedeciendo a una voluntad vesánica que terminó por oscurecer su alma. De este modo, rememoraba ejecuciones de hortelanos, decisiones que pusieron en peligro a sus tropas y antojos llenos de maldad, que tenían por fin ceder su trono.

No obstante, no era la pérdida de su reinado lo que más le atormentaba, sino el hecho de que, nada más tomar posesión del mismo, expulsara a su madre lejos del continente. En efecto, Petequia había sido deportada fuera de Calamburia, y desde entonces no se tenía noticia de su paradero. Corrían rumores sobre su presencia en la isla Kalzaria, pero la cruda realidad era que todo el mundo la daba por muerta.comosu triste

Era esa posibilidad, la más clara, y a la vez la más perturbadora, la que hacía a Comosu perder el juicio. El elegido había sido tocado en su punto más débil: su madre.

Por mucho que se esforzara, Dorna no conseguía aplacar el corazón de su esposo. Éste se había transformado en un niño incapaz de tomar decisiones. Corugán, por su parte, se hallaba demasiado débil como para intentar algo. Su regreso desde los tentáculos del Maelström aún afectaban su poder. También se había recurrido a los sanadores del reino, colegas de los Capellanes, pero nada habían podido mejorar sus emplastos y potingues.

Lo cierto era que Comosu parecía al borde de la locura. Nada conseguía aplacarle.dorna MAELSTROM IMPRO CALAMBUR MADRID

-¡Trovadores! –chillo una vez más Dorna.

Éstos hicieron acto de aparición en la alcoba real. Comosu se revolvía entre las sábanas. Su frente, perlada de sudor, aún dejaba ver la marca del Titán; la marca del elegido. Dorna permanecía sentada a un lado, procurando que su esposo no se cayera de la cama.

-¡Tocad algo! –dijo la reina del norte.

Los trovadores dieron comienzo a una nana; la más suave y delicada que había en su repertorio. Sin embargo, nada pudo aquella melodía contra las pesadillas. Ahora Comosu las percibía incluso despierto, de tal forma que su madre emergía de entre los oscuros rincones, transformada en un cadáver putrefacto y devorado por las alimañas.

-¡Mamá! –gritó- ¡No te mueras! ¡Mamá, no me dejes!

petequia y comosu            De repente, Comosu dejó de prestar atención al vacío. Alargó la mano, tomó el puñal que Dorna guardaba en su bota y lo dirigió hacia su pecho.

-¡Voy contigo, mamá!

A poco estuvo de hundir el filo en su pecho, y lo habría conseguido, de no ser por la orden mágica que resonó en la alcoba:

-¡Congelado!

Comosu fue incapaz de moverse. Sirene aún le apuntaba con su varita.

-Yo puedo ayudarle –dijo la niña, a modo de presentación.

-No me gusta la magia –gruñó Dorna, al tiempo que avanzaba hacia la estudiante con la intención de echarla de sus aposentos.

-¡Pero conozco un hechizo que puede funcionar! Creo que puedo borrar la memoria del Rey. Así no recordará todo lo que ha hecho mal en el pasado… incluso se olvidará de cómo echó a su madre. Volverá a ser feliz.

Dorna enarcó una ceja. Había probado todo, y ningún procedimiento logró curar al heredero. No tenía nada que perder; al fin y al cabo, un niño llorón no le servía para gobernar Calamburia.

-Haz lo que quieras –resolvió, echándose a un lado.

sirene y petequia fantasma

Comosu, aún congelado, sólo pudo ver de reojo cómo Sirene se aproximaba a la cama, agitaba su varita, y pronunciaba las palabras de un antiguo hechizo. Un rayo verde alcanzó su frente, pero entonces sucedió algo con lo que nadie contaba: la C del elegido se iluminó, contrarrestando la magia que caía sobre ella. De alguna manera, el poder que palpitaba en el interior del joven creyó estar siendo atacado, y se defendió. El rayo verde cubrió a Comosu, otorgándole un extraño color fluorescente… pero sólo duró unos segundos. Después, el joven, volviendo a su estado febril, se quedó dormido.

-¿Qué ha pasado? –quiso saber Dorna- ¡Habla!

Sirene, muy pálida, se dio media vuelta para encarar a la Reina.

-Dime –habló Dorna- ¿Ha funcionado? Parece muy relajado.

-Pues… sí y no.

-¿Qué significa eso? –Dorna enseñó los dientes.

-Significa que el hechizo le ha borrado la memoria, pero sólo por hoy. El poder del Elegido es muy fuerte, no he podido luchar contra él. Comosu eliminará mi magia dentro de veinticuatro horas, y con ello volverá a recordar sus pesadillas.

Dorna se lanzó contra la estudiante y la aferró por las solapas de la camisa. Su primera intención fue la de golpearla, pero la detuvo un pensamiento más sensato. Ella había sido la única capaz de calmar al Rey. Ya era algo.

-Está bien. En ese caso permanecerás aquí, conmigo. Lanzarás a Comosu el mismo hechizo todos los días, y de este modo le borrarás la memoria con cada nuevo amanecer. Te lo ordeno.

La primera idea que le vino a Sirene acerca de Eme. ¿Quién le cuidaría entonces? Por suerte, acababa de estudiar un hechizo para crear duendes ayudantes. Conjuraría a dos de ellos. Así podrían ocuparse de que Eme no sufriera ningún accidente, mientras ella cuidaba a Comosu.

-De acuerdo, me quedaré aquí. Yo salvaré al Rey de Calamburia.

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