22. ELEGIDO POR EL DESTINO Parte I

-Nox significa noche –recuerda Sergei, mirando hacia las estrellas.

Las vistas de Instántalor son fabulosas desde su posición, sentado delante del rosetón de la catedral. Los edificios se extienden hasta donde alcanza la vista; más allá, el río, cuyo trazo serpentino se aleja hacia las marismas. Al otro lado, la ciudad finaliza en el puerto, donde un centenar de mástiles sobresalen como las costillas de una bestia prehistórica.

ESTRELLAS MAR CALAMBURIA IMPRO

-Nox significa noche –las palabras se repiten en su cabeza. Quizás la frase más importante de toda su vida.

Sonríe al recordar la primera imagen de su niñez. Es perturbadora, extraña… no tiene sentido. Se ve a sí mismo tumbado en el bosque, desnudo, empuñando una espada cuyo nombre aparece cincelado en los gavilanes: La falange del Titán, un nombre de espada demasiado heroico para pertenecer a un niño de quince años. Le resulta curioso que aquel, su primer recuerdo, resulte tan paradójico. No sabía cómo se llamaba, y sin embargo sí conocía el nombre de aquel arma; la misma que aún utiliza. Tantos años a su lado, y no se ve ni una mella en su filo. No es una espada corriente, sin duda.

bosque calamburia impro

Era primera hora de la mañana cuando despertó en el bosque, quince años atrás. El sol aún no había disipado el rocío, y los pájaros comenzaban a desperezarse. Fue su trino lo que le despertó, junto al doloroso entumecimiento de sus músculos.

Se puso en pie de un salto, aterrorizado. Todo le daba vueltas, pero era más aplastante la ausencia total de recuerdos; la constante incógnita de saber quién era, y qué le había llevado hasta semejantes circunstancias. Observó el cielo, los escasos rayos que se filtraban a través de las copas de aquellos árboles gigantescos. Luego buscó por el suelo algo que le sirviera de pista: huellas, prendas de ropa… halló un pedazo de papel. Estaba hecho una bola, como si alguien lo hubiera guardado en su puño con fuerza. Sólo había una frase:

Nox significa noche.

Aquello le perturbó todavía más. ¿Por qué esa frase? ¿Qué quería decir? ¿Se refería a él? No tuvo tiempo de meditar mucho sobre aquello; media docena de gruñidos le devolvieron a la realidad. Advirtió que le rodeaban miradas encendidas, escrutándole tras los arbustos.

Una manada de lobos.

Impro Lobos Calamburia

Agarró su espada con ambas manos y se puso en guardia. Al momento, notó que los músculos se le tensaban con un hormigueo familiar, casi satisfactorio. Había alzado aquella espada en el pasado. Sabía cómo hacerlo.

Los lobos atacaron. Sergei sintió miedo, pero al instante aquella sensación desapareció empujada por un acto reflejo. Tomó la espada, y de dos estocadas mató a dos animales. Los otros cuatro se quedaron a cierta distancia, sopesando al enemigo. Sergei se sorprendió haciendo gala de unos reflejos sorprendentes. Realizó un par de filigranas y se preparó. Los lobos estaban a punto de abalanzarse, lo sabía.

Jurgi Mercenario Calamburia impro

Atacaron coordinados, aprovechando sus puntos ciegos pero, de nuevo, volvió a defenderse con éxito. Mató otros dos sin que llegaran a rozarle. Los restantes escaparon con el rabo entre las piernas.

Entonces Sergei se observó. Todavía se hallaba en guardia, con su cuerpo impregnado de sangre ajena y jadeante. Había derrotado a los lobos, pero aún no se encontraba a salvo. Había alguien más allí. Alguien…

jurgi mercenario espada calambur improSe volvió, preparado para un nuevo combate. A su espalda esperaba un hombre de mediana edad. Su mirada era reposada, pero Sergei adivinó en ella la experiencia de quien se ha enfrentado muchas veces al dolor. Vestía un sobretodo que cubría sus ropas, y que dejaba ver, muy de soslayo, el pomo de su espada.

-Eres bueno –dijo aquel hombre-. Pero no lo suficiente. Seis lobos no son un enemigo digno. No para ti.

-¡¿Quién eres?! -Sergei ya se preparaba para un nuevo enfrentamiento.

-¿Y tú?

El aludido apretó los dientes.

-No lo recuerdas, ¿verdad? –el extraño distendió los labios en una sonrisa.

-¿Me has hecho tú esto?

-No, pero no es la primera vez que lo veo.

-¿Qué quieres?

-Entrenarte.

-¿Por qué?

-Porque yo también desperté en el bosque, desorientado, hace exactamente quince años.

 

 

Continua :Elegido por el Destino parte II

21.DIARIO DE UN ADMIRADOR DE PATATAS

1 día de primavera

Final de la 1ª Era de Calamburia

Querido diario:

Puedo afirmar con rotundidad que he hecho un descubrimiento fabuloso; uno que, tal vez, desestabilice los cimientos de nuestra actual organización social. Hasta la fecha, la vida en Calamburia seguía un natural orden de clases: los hortelanos, mitad vegetal y mitad humanos, nacidos de entre las patatas, se encontraban en el escalón más bajo. Ellos se encargan de labrar la tierra con alegría, al estar emparentados con ella. No tienen aspiraciones de grandeza, y no les importa que el resto de calamburianos les vea como una raza inferior. Hoy, sin embargo, he advertido una excepción a semejante norma. Dos hortelanos, llamados Griffo Pelacelgas y Rosi Sacapán, se salen de lo común. He podido rastrear su presencia en los anales de los grandes acontecimientos. Siempre hay un historiador o un cronista que les describe, y aunque no se dictan los pormenores de sus hazañas, estoy convencido de que, sin duda, han tenido algo que ver para la resolución de los grandes hechos.

Yo, quien a pesar de ser humano, he velado mucho tiempo por los derechos de esta raza de medio-patatas, me he propuesto desentramar las acciones de Griffo y Rosi. Perseguirles día y noche si es necesario, y averiguar qué secretas aptitudes esconden. Si llegara a demostrar que estos dos hortelanos son diferentes a lo normal, quizás estaría asentando el paradigma de una igualdad entre todas las razas calamburianas.

Nadie conoce mis propósitos, de modo que no me queda más remedio que desearme suerte a mí mismo.

Firmado:

Anónimo.

***

12º día de otoño

Final de la 1ª  Era de Calamburia

¡Maldición! ¿Cómo?, repito, ¿cómo diantres es posible no haber encontrado ninguna pista aún? He perseguido a Griffo y Rosi durante meses. Les observé con atención durante el último torneo. Ellos no fueron elegidos por el Titán… ¡pero no se movieron de la arboleda de Catch – Unsum! Allí pasaron los días, deambulando como dos palurdos, fijándose en las hojas, las setas y en el revoloteo de las mariposas. Pero  a mí no me engañan, ¡no! Sé… sé muy bien que tuvieron algo que ver en el Torneo de Calamburia. No es posible que sean simples hortelanos, ¡no puede ser!

A continuación, cuando Kashiri dio lugar a la terrible guerra que aún sufre el continente, estos dos hortelanos iniciaron un peregrinaje de lo más sospechoso. Se pasearon por el Bosque de la Desconexión, Villa Olvido, el Palacio de Ámbar, la Puerta del Éste, Scuchain… ¡pero nunca hicieron nada!

¡Por el Titán!, ¿será posible? ¿Serán acaso dos simples curiosos a quienes les gusta más observar la historia que cuidar las cosechas? No.,. ¡no! Me niego a admitirlo. La única explicación que hallo es que son, con toda probabilidad, criaturas mucho más poderosas de lo que imaginaba; tanto, que no necesitan ejercer su influencia de forma activa en los hechos que ocurren a su alrededor. Debe bastar con que fuercen su pensamiento para que la atmósfera, las decisiones de los pobres mortales o el curso del futuro varíen. ¡Eso tendría mucho sentido!

Hoy puedo afirmar que estos dos hortelanos esconden la personalidad de dos seres celestiales. Titanes o dioses, quién sabe. Sin duda, he de mejorar los métodos de mi espionaje. Es posible que hayan detectado mi presencia…

Firmado:

Anónimo.

***

30º día de invierno

Principio de la 2ª Era

Nada… ¡Nada! Esto es un cachondeo, ¡un despiporre! Me he pasado más de un año persiguiendo a estos dos catetos. Un año sin ver a la familia ni dormir en una cama decente. He pasado noches de lluvia al raso, inviernos entre la nieve y asfixiantes veranos entre las dunas… ¡Y nada! Visto harapos, desayuno insectos, no me queda dinero… ¡y no he averiguado nada!

Me da la risilla mientras redacto estas palabras… he observado a esos dos. Sí, sí, a Griffo y a Rosi. Se han paseado tan panchos por todo el continente. Arriba y abajo, arriba y abajo, arriba y abajo… ¡y nunca han hecho nada! Bueno, espera, sí que han hecho. Huy, han hecho cosas interesantísimas. Voy a escribirlas ahora mismito. Veréis: han mirado las flores, se han comido el uno a otro las uñas de los pies y han degustado el olor de sus pedos mañaneros… ¡Eso han hecho durante más de un año! Y yo les he seguido cada hora, cada minuto, siempre en las proximidades de los grandes hechos históricos, pensando que eran dioses encarnados.

¡Pero es que son dioses! Claro que sí… claro… claro que lo son. Han sido elegidos para competir con otras parejas famosas, por ver quiénes son los que, finalmente, terminan deteniendo al Leviatán. ¡Tienen que ser dioses a la fuerza!

Lo que sucede, querido diario, es que nuestros dioses no son como esperábamos. No es que exista una criatura bella y elevada detrás de la apariencia hortelana, es que esos medio patatas, esos que compiten por ver quién derriba más árboles a cabezazos, son nuestros dioses.

Tenemos deidades garrulas. Esa es mi conclusión… y yo… pues voy a imitarles, claro que sí, porque soy su más íntimo seguidor. Así que arremangaré mis pantalones, sí, eso voy a hacer… arremangaré mis pantalones y voy a… voy a estrellar mi cabeza contra ese árbol de ahí. Porque como fiel seguidor, seguro que me permitirán derribarlo. ¡Allá voy, mis queridos dioses! ¡Alegría! ¡Fiesta!

Firmado:

(Un garabato ininteligible)

20. EL CORREO DE MITT CLEMENTIS

Como cada mañana,Mitt se levanta en su celda, en el Monasterio de los Acólitos del Titán. No hay más luz que la que se cuela bajo la rendija de la puerta, y allí es donde centra su atención.

Captura de pantalla 2015-02-18 a las 12.44.37Busca, igual que siempre, que se haya colado una carta. Lo normal es que no haya nada, pero hoy es diferente. El papel color hueso de un sobre lacrado recoge los tímidos rayos del amanecer. Mitt tiembla de arriba abajo, se aproxima hasta la misiva, despacio, y rompe el sello que la cierra. Sus ojos vuelan al remitente, es Irving van der List, su compañero. Falsa
alarma.

Mitt suspira de alivio… y de pena.

El hermano van der List indica que deben encontrarse en la arboleda de Cath Unsum. Es prioritario. Sus palabras transmiten urgencia, pero a  Mitt no le importa. Arruga el papel y lo arroja a una esquina. Se prepara para el viaje sin darse la prisa que debería. Cumplir con su deber es algo que juró hacer cuando entró en la orden de los capellanes, y lo hará, ¡pero habría deseado tanto  hallar una rúbrica diferente en aquella carta!El sello de un soldado a quien todavía sigue esperando; su único y primer amor, y la causa de su desdicha.

Mientras se viste la túnica, recuerda los hechos que la condujeron a su situación. Sucedió hace años, en una época en la que Calamburia peleaba contra los nómadas del desierto. Por aquel entonces, Mitt era mucho más joven. Vivía en Instántalor, al cuidado de sus padres, ajena a la dureza del mundo. Hasta la capital llegaban noticias sobre los conflictos con los nómadas, pero nadie era consciente de cuán peligrosos resultaban los combates, ni de cuántas penurias pasaban los soldados que acudían a defender la Puerta del Este. A Mitt, como a tantas personas, aquellos enfrentamientos le resultaban como sacados de un cuento, irreales.

Nunca le importaron, hasta que un día, una nueva remesa de soldados hizo parada en la ciudad, de camino a las lejanas tierras yermas.

Se llamaba Gunnar, y había nacido en el norte, en las montañas. No llamaba la atención entre los demás soldados de la compañía, pero a Mitt, por alguna razón, le pareció único. Era un muchacho risueño, impetuoso y con cierto aire rebelde. Su carácter desvergonzado la atraía como jamás nadie había hecho, pero a la vez la asustaba. La primera vez que le vio, ni siquiera fue capaz de mirarle. Fue él quien se aproximó, quien le susurró al oído que la amaba y quien la llevó de la mano hasta los callejones de la ciudad, donde recorrió su cuerpo desnudo con el ápice de la lengua.

La vida tranquila y despreocupada de Mitt se transformó. Sus días junto al soldado quedaron envueltos por una pasión narcótica, tentadora y adictiva. Gunnar copó sus pensamientos, su día y su noche. Ya no había más mundo que sus caricias y el tacto de sus labios. Pero una noche, mientras recostados observaban el cielo a través de la ventana, en una habitación de la taberna Dos Jarras, el soldado le dijo que aquel romance había de acabar. Las tropas se movilizaban para defender la Puerta del Este.

Mitt sintió que le arrancaban el corazón. Le suplicó que desertara; escaparían juntos de la ciudad, lejos, al sur, y construirían una vida en la que sólo tendrían que preocuparse de su amor. Entonces él la miró extrañado, y con una media sonrisa en los labios, dijo:

-Sólo ha sido una bonita aventura. Lo sabías, ¿verdad?

Mitt no pudo creerse aquellas palabras, pero Gunnar continuó, explicando que tenía esposa en el norte, donde había nacido, y que volvería a su lado una vez regresara de la batalla. Lo de Mitt y él sólo era un romance fugaz; un instante de felicidad antes de entrar en combate. No tenía importancia.

Pero ella no pudo verlo de aquel modo. Sintió que le faltaba el aire, que moriría si continuaba en aquel cuartucho. Inhaló lo cuanto le fue posible y, reuniendo unas fuerzas que ya la abandonaban, le hizo prometer que si en algún momento abandonaba a su esposa, le escribiera una carta. No era necesario que fuera un mensaje largo; sólo unas pocas líneas en las que le dijera cuándo y dónde reanudar su amor. Al principio Gunnar se negó, sólo cuando ella le tomó de los hombros y gritó con todas sus fuerzas que lo prometiera, terminó por aceptar.

Mitt salió de aquella habitación a todo correr. No se paró al pasar junto a su casa, ni cuando llegó a las afueras de Instántalor. Siguió corriendo, con los ojos empañados de lágrimas y el alma destrozada, hasta que las piernas ya no la obedecieron. Allí cayo, en mitad del camino, y sin temer que la atacaran forajidos o alimañas, se quedó dormida.

El destino quiso que la primera persona que pasó a su lado fuera Irving van der List. Cuando se aproximó a la joven, ésta, en un hilo de voz, formuló una petición de ayuda.

-Te ayudaré –respondió Irving, y la condujo hasta el monasterio.

Allí, Mitt comenzó a formarse como capellana, consciente de que su vida anterior ya no existía, de que era necesario adoptar un nuevo rumbo.

Desde entonces ha obedecido la voluntad del Titán, pero en su pecho aún palpita una leve esperanza. La ilusión de una promesa forzada, el sueño de una adolescente que, tal vez, vea un día aparecer una carta con la firma del soldado que le arrebató su amor.

19. EL ARCA SECRETA DEL REY RODRIGO

En Calamburia se ha levantado una extraña sospecha. Cuentan algunos de los sirvientes en el Palacio de Ámbar que el rey Rodrigo ya no está tan hechizado como de costumbre. En sus paseos por los jardines no huele las flores suspirando por Urraca, y cuando ésta se halla fuera, gobierna a sabiendas de lo que significan sus órdenes.

Estos rumores han aumentado durante las últimas semanas, hasta tomar la forma de una leyenda: la que dice que Rodrigo, en efecto, ya no está hechizado, sino que en todo momento sabe lo que hace. ¿Por qué calla entonces? ¿Con qué objeto sigue manteniendo su farsa? Revolotean muchas teorías, pero sin duda, el único que conoce la verdad es el capellán de palacio, Irving van der List, quien, en las últimas semanas, ha estado visitando a Rodrigo más que de costumbre.

En la soledad de su celda, y durante los silenciosos paseos por el claustro, Irving, secreto vasallo de Petequia, lleva mucho tiempo buscando la manera de liberar al Rey de su prisión mental. En los libros antiguos ha escudriñado el método para deshacer la sugestión a la que fue condenado por los zíngaros, hasta que ha hallado una respuesta; un incienso aromático que, al olerlo, devuelve la cordura a quienes la perdieron. La elaboración de este incienso no ha resultado sencilla. La hermana Mitt Clementis, bajo pretexto de hablar la palabra del Titán a los pueblos, ha recorrido Calamburia de un extremo a otro buscando los componentes. Una vez fabricado, Irving ha hecho respirar al Rey este incienso durante todas las mañanas hasta que, en efecto, Rodrigo V de Calamburia ha despertado.

Lo primero que ha hecho, al verse dueño de sus facultades ha sido preguntar por Petequia. Han sido necesarios varios días para explicarle toda la historia: cómo Urraca urdió un plan para hacerse con el trono, cómo desterró a la que iba a ser su auténtica esposa… y cómo, en Villa Olvido, aguarda su heredero.

¿Cuál ha sido la reacción del Rey? A Irving le sorprendió que no dijera nada al principio, ni tampoco después. Tres días necesitó Rodrigo para meditar, y al  tercero, como si en su cabeza despertara al fin la astucia, ordenó traer treinta hortelanos, los  más discretos de todo el continente.

Tras reunirlos, el Rey en persona los entrevistó, haciéndoles jurar bajo pena de muerte que no dirían nada del encargo que estaba a punto de hacerles. Después eligió al hortelano más listo y le entregó unos planos, en los que se distinguía el diseño de una nave cerrada, sin cubierta ni ojos de buey: un arca con el que resguardarse de la Ira del Leviatán, si es que Calamburia, finalmente, era cubierta por el tsunami.

Sin embargo, construir un arca no es algo que pueda mantenerse en secreto durante mucho tiempo; se necesitan materiales, un lugar espacioso en el que plantar las cuadernas y garantizar el trabajo en silencio, algo que, con trabajadores hortelanos, no siempre ha sido posible. Rodrigo y el hermano Irving sospechan que la Reina sabe algo, y aunque el capellán ha procurado mantenerla alejada del lugar de trabajo, bien saben los dos que Urraca tiene ojos por todas partes. Por si acaso, Rodrigo ya ha inventado una excusa: el arca no tiene más que dos plazas, una para él y otra para la Reina. Pero, ¿para quién está reservada en realidad esa otra plaza? Ni siquiera Irving lo sabe, pero está claro que Urraca no tiene su lugar reservado en ese barco.


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