LOS MERCADERES

 

Para unos, perseguir su sueño significa convertirse en un héroe o una heroína, transformarse en rey o, simplemente, ser rico. Sin embargo, otros tienen esperanzas algo más mundanas y alejadas de lo tradicional. Éste es el caso de Banjuló y Ujaranza.

Por supuesto, Banjuló no es el verdadero nombre de este comerciante. Es de suponer que fue bautizado de otra forma menos… plebeya. Y más si se tiene en cuenta que procede de una familia adinerada, y que desde niño le adiestraron para llegar a engrosar las filas de los eruditos.

Banjuló se pasó la niñez y adolescencia estudiando libros de ciencias y letras, aprendiendo geografía, historia natural y, por su puesto, matemáticas. Era en esta última materia donde destacaba en especial, por ello, desde muy pequeño, comenzó a llevar las cuentas de la familia. Así fue como un día se cruzó en el mercado con Ujaranza, una joven hija de comerciantes, recién mudados a la región en la que él vivía.

Ujaranza procedía de una familia cuyo apellido estaba directamente ligado con el comercio de finos telares. Así pues, ella vivía entre razonables comodidades. Sin embargo, Ujaranza no era feliz. Hacía poco la habían separado de su primer amor –un joven muchacho de la milicia, con un portentoso don para la música-, y se hallaba despechada. Su corazón anhelaba servir la venganza a sus padres, de modo que cuando Banjuló apareció en su vida, sintió que la hora había llegado.

Ujaranza logró seducir al joven aprendiz de erudito, utilizando lo que aquél ya sabía de matemáticas para introducirle en el mundo del comercio. Al instante, Banjuló se vio introducido en un universo nuevo y atrayente. Pactar el precio de las cosas, regatear, timar e incluso robar le gustaban mucho más que cualquier conocimiento. Aquello, y el amor por la bella Ujaranza, le movieron al abandono de su prometedora vida para dedicarse al universo de la mercadería.

Así fue como ambos escaparon de sus vidas acomodadas, robaron una carreta, la llenaron con lo primero que hallaron y se dedicaron a recorrer las principales vías de comercio en busca de nuevos productos.

Desde aquel año, los dos comerciantes han alcanzado cierto renombre no por haber logrado grandes riquezas, sino por su habilidad para engañar a compradores, robar más de lo que adquieren de forma legal y hacer pasar baratijas por grandes objetos. En este sentido, podría decirse que Banjuló y Ujaranza son dos de los comerciantes más infames de toda Calamburia.

En la actualidad, los dos mercaderes se han separado. Su amor, que parecía irrompible, ha sido invadido por una tercera persona en discordia: Laurencia.

La pícara borracha ha logrado engatusar a Banjuló, que ha dejado sus productos robados y su carreta, y se ha marchado a vivir una vida rodeado por botellas de Sangre del Titán y a jugar como uno de Los Pícaros de Calamburia. En cuanto a Ujaranza, se dice que este triste episodio la ha reformado, y que, despechada, ha regresado a la vida correcta y llena de lujos que existe alrededor de su familia. ¿Volverán a renovar su amor? Lo cierto es que nadie lo sabe.


LOS MERCADERES

Presentación

Un par de usureros, compradores y vendedores de todo tipo de mercancías. Serían capaces de vender una estufa a los habitantes del Infierno, e incluso poner precio a sus propias madres, si con ello consiguieran un buen negocio. Vigilad vuestras pertenencias, pues todo lo que tienen de comerciantes lo tienen también de ladrones. ¡Ellos son los mercaderes!


La Pareja


BANJULÓ_CALAMBURIA_IMPROBanjuló

Era todo un prodigio intelectual, una joven promesa de la erudición… hasta que conoció el arte de comerciar y timar. A partir de entonces cambió su nombre, vendió sus libros de ciencias y matemáticas, y se empeñó en conseguir a buen precio todo lo que cayera en sus manos. ¡Él es Banjuló, comerciante entre los comerciantes!

UJARANZA_CALAMBURIA_IMPROUjaranza

Se define como una mujer generosa, dadivosa, altruista… nada más lejos de la verdad, por supuesto. Afana todo lo que alcanzan sus dedos, y compra, vende e intercambia mercancías hasta en sueños. ¡Un saludo para doña Ujaranza, la de ágiles dedos!