En el universo existen muchos misterios que resultan imposibles de resolver. Algunos se devanan los sesos intentando saber qué sentido tiene la vida, o por qué, en cualquier instante, puede sobrevenirnos la muerte. El amor forma parte de esos misterios: nadie puede comprender un sentimiento tan poderoso, ni los factores que conducen a su desarrollo.
Para Minerva Sibyla, el amor siempre fue algo insulso y carente de interés. Desde la infancia, antes de que sus padres la entregaran a la torre de Skuchain, ella demostró agradecimiento por su afecto. Solía preferir los densos renglones de los libros sobre alquimia, astronomía o filosofía. Y así, mientras sus padres se desvivían en procurarle atención y comodidades, ella apenas parecía sentir su presencia. No demandaba otra cosa que conocimiento, saber, erudición…
Con los años, los padres de Minerva dedujeron que su hija era diferente a los demás niños, incluso diferente a la mayoría de calamburianos. Jamás seguiría los pasos del negocio familiar, ni mostraría interés por darles un nieto. Sin embargo, se sabía que Skuchain albergaba a otras personas como ella: eruditos, sabios, intelectuales y estudiantes de magia arcana. Todos ellos valoraban más el conocimiento a los humores. El socaire de sus muros entendía de aquel pensamiento que tanto rechazaba el mundo, por eso la condujeron allí.
El proceso de admisión para ser un erudito de Skuchain resultaba extremadamente complejo. Sólo los más inteligentes lograban pasar las pruebas, y muy pocos se veían con las suficientes capacidades como para presentarse. En aquella sala donde esperaban los acólitos, Minerva conoció a Félix. Él había sido un muchacho igual que ella. En su caso, procedía de una familia noble, poderosos terratenientes y vasallos en el marquesado de Siahuevo de Abajo. Félix era un muchacho sociable y alegre. Su personalidad inquisitiva le había generado la fama de quisquilloso y metomentodo. Él, al contrario que Minerva, sí había llegado a comprender cuán crueles podían llegar a ser los muchachos del pueblo. Se burlaban de su curiosidad, y su sobrecogedora habilidad para retener datos históricos y fechas. Aquella mente prodigiosa le había costado muy cara en más de una ocasión.
De este modo, surgió entre ambos uno de aquellos misterios imposibles de razonar: una relación. Pero no era amorosa, sino intelectual. Una suerte de comunión de cerebros mucho más profunda que cualquier sentimiento profano. Ambos terminaban las alocuciones del otro, resolvían acertijos al unísono; ambos se presentaron juntos a la prueba… y la superaron.
Desde entonces, Félix y Minerva han añadido incontables conocimientos a la biblioteca de Skuchain. Hoy día, son los genios más valorados de la torre, y los más reconocidos en las diferentes escuelas calamburianas. Sus libros de matemáticas y literatura son estudiados por niños, adultos e incluso otros profesores.
Sin embargo, hay un misterio que todavía se les escapa: la producción de la Piedra Filosofal, el objeto capaz de transformar el plomo en oro. Alcanzar este objetivo se encuentra muy alejado de la ambición, por su puesto. Félix y Minerva no guardan interés en enriquecerse. Lo que ellos desean es la vida eterna que proporciona la piedra; la elaboración de una fórmula capaz de lograr un efecto tan sumamente fabuloso, para así acumular conocimientos durante siglos.
LOS ERUDITOS
Presentación
Son dos ratones de biblioteca, dos sabihondos incurables. Son la máxima autoridad en todos y cada uno de los campos del saber. Puede que no sean tan fuertes y rápidos como otras parejas, pero resultan oponentes formidables, pues se han estudiado cada técnica improvisatoria al dedillo. ¡He aquí a los eruditos!
La Pareja
Minerva
Su memoria conserva el nombre de incontables estrellas, galaxias y planetas. Ha estudiado toda alquimia y desentrañado sus secretos; y ha escrito tantos libros que no existe una sola biblioteca que pueda albergarlos. ¡Admirad el superior intelecto de Minerva Sybila!
Félix
Un genio de las artes, un prodigio del lenguaje. Su pluma ha narrado las crónicas de Calamburia y descrito la historia de la misma. Él es el maestro de los escribanos, un auténtico centinela de la palabra escrita. Es ¡Félix, el preclaro!