Rodrigo el Perturbado, que desde que no era rey había dejado de sentir los vapores de la locura, no supo cómo reaccionar cuando su hijo Comosu, contra el que había batallado no hacía mucho, apareció a su lado. El Maelström había querido que permanecieran uno al lado del otro, pero la voluntad de aquel vórtice no podía lidiar contra los sentimientos encontrados del Rey y el Desterrado.
Sin embargo, Comosu parecía algo distraído, observó a su alrededor primero, pasando por alto la figura de su padre, y cuando comprendió que no estaba en su palacio, se decidió a preguntar.
-¿Dónde me hallo? –inquirió con la voz altiva de un joven monarca no acostumbrado al poder.
-En el Bosque Perdido de la Desconexión –replicó el otro- ¿No sabes quién soy?
Aproximó su faz a la de Comosu; este se puso las gafas con cuidado, y sólo después de un rato, tras observarle de arriba abajo con detenimiento, cayó en la cuenta.
-¡Padre!
-Hijo mío, ¿te encuentras bien?
De pronto, Rodrigo había olvidado la guerra que libraron el uno contra el otro. Nada de eso le importaba, en efecto, pues su amor era más poderoso. En realidad, él no deseaba lugar, era Urraca la instigadora. De haber sido por él, Comosu habría vivido a su lado.
-Padre… -el joven rey se apartó unos pasos, temeroso.
-No voy a hacerte daño.
-¿Cómo he llegado hasta aquí?
-No he sido yo, créeme. Es el Maelström. Ha revuelto todo otra vez. Ahora estamos juntos. Deberíamos trabajar para intentar detener el vórtice, tal y como presagió Den Shiao Khan.
-¿El Maelström?
La mirada de Comosu se hallaba perdida. Rodrigo notó que el corazón se le encogía, pues detectó en ella algo familiar. Un hechizo.
-Hijo, mírame bien.
En efecto, las pupilas de Comosu brillaban con un reflejo glauco, apresadas como estaban por la sugestión de algún tipo de magia. La historia se repetía. El Rey volvía a ser la marioneta de un poder en la sobra… ¿pero de quién se trataría esta vez?
-Comosu, necesito que despiertes, ¿me escuchas? Alguien te está manipulando. Vuelve en ti, hijo mío, y dame un nombre. El que sea. Pelearé por liberarte de esta hipnosis.
-Fuego… sólo veo fuego, padre. Fuego y oscuridad al mismo tiempo.
-¿Qué dices? ¿Una suerte de fuego oscuro?
-¡El fuego del Inframundo!
Rodrigo se apartó aterrado. ¿Sería posible? ¿Era Kashiri la dueña del pobre Comosu? ¿Y cuál era su intención? Pero el muchacho aún no había terminado de hablar.
-Se avecina una guerra, un enfrentamiento que hará temblar el continente. ¡Escondámonos, Padre! ¡Ocultemos nuestra presencia de todos! ¡Corremos peligro!
A punto estuvo Rodrigo de obedecerle, pero al momento sintió que podía más su deseo por liberar el alma del pobre Comosu. No podía ver cómo era dominado. Él mismo lo había sentido en su piel demasiado tiempo.
-No huiremos, hijo. Es el momento de reclamar lo que es nuestro, nuestro de verdad. Detendremos el Maelström, y luego…
Apretó el puño, entornó la mirada y elevó una promesa silenciosa a los cielos de Calamburia.