29. LA LEYENDA DEL PÍCARO

En el torneo, en las guerras y en cualquier conflicto, siempre es posible ver al enviado del Titán, Drawets, pícaro veinticuatro horas al día, seductor de hombres y mujeres a partes iguales, y espectador de las crónicas.

Captura de pantalla 2015-04-29 a las 14.31.42Drawets siempre aparece cuando el Titán convoca un nuevo Torneo, y cuando no es él quien lo presenta, se trata de su hermana, Laurencia. Los dos viven en la arboleda de Catch – Unsum, aunque no por voluntad propia, pues hubo un tiempo en el que recorrían la tierra de Calamburia como ladrones de bolsas y pertenencias, trovadores ambulantes, actores de teatrillo y estafadores profesionales.

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Drawets es el menor de tres hermanos. Su hermana Laurencia pronto demostró ser igual que él: avispada e inquieta. En su caso, la curiosidad le llevó un día a probar el vino. El sabor de aquella bebida la atrapó de tal forma, que decidió no despegarse de una botella nunca más. Hay quien dice que Laurencia bebe para olvidar, pero ella siempre desmiente este hecho: bebe para recordar la sonrisa, para divertirse y punto.

En cuanto a la tercera hermana, Jimena, era la más allegada a sus padres, unos reconocidos fabricantes de vino y cerveza. Quería aprender el oficio, sujetarse a una vida lo más honrada posible. Tal vez por eso no huyó con Drawets y Laurencia, cuando los dos hermanos decidieron escapar de casa.

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Ambos superaban los veinte años cuando decidieron no seguir el oficio familiar. Preferían ver mundo, recorrer la tierra de Calamburia y descubrir qué secretos escondía. Así comenzó sus vidas de pícaros, pues abandonaron el hogar con poco más de lo puesto, y no tardaron en aprender a llenarse la panza hurtando comida de los mercados, o engañando a los más incautos. Inventaron un centenar de argucias con las que ganarse unas monedas, pero cuando las víctimas eran demasiado astutas, conseguían encandilarlas mediante sus artes improvisatorias. Este último don fue desarrollándose poco a poco, hasta que los dos hermanos se vieron iguales ante los elegidos por el Titán para pelear en el famoso torneo de Calamburia.

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El torneo se celebraba cada cinco años. Sólo los elegidos podían participar. A cada uno les llegaba una C, la marca del Titán, que les daba acceso a la mística arboleda de Catch – Unsum, donde competían por lograr la Esencia de la Divinidad. Aquel líquido tenía la propiedad de conceder cualquier deseo, cualidad que lo transformaba, de inmediato, en objeto de codicia para todo calamburiano. ¿Cómo no iban a querer los dos hermanos hacerse con él? Uno podía colarse en el Torneo si robaba una de aquellas “entradas”, una C. El plan estaba en marcha, sólo había que encontrar alguno de los elegidos.

Así fue cómo, tras indagar mucho, Laurencia llegó a enterarse de que el Comendador de Instántalor guardaba una C para el Torneo. La escondía en su caserón, ubicado en el centro de la ciudad. Laurencia estaba convencida de que podía seducir al Comendador; entretanto, Drawets se haría con la C.

Pan comido.

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La noche del robo no hubo ningún problema. Mientras Laurencia cabalgaba con el Comendador, Drawets robó la C de su arcón. Después, ambos huyeron al norte, a la arboleda de Catch – Unsum. Por desgracia, y aunque parecía que su plan les había salido a la perfección, no fue así. El Comendador sospechó antes de tiempo, y cuando vio que le faltaba un objeto tan preciado en su tesoro, envió soldados en busca de los dos hermanos. Los hallaron en los páramos, casi a punto de alcanzar su destino.

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De vuelta a Instántalor, el Comendador en persona se encargó de juzgarles y dictar sentencia: morirían decapitados, como ejemplo para todo el que ambicionara el regalo del Titán. Fueron echados a una profunda mazmorra, y allí esperaron la muerte.

Desesperados, intentaron escapar por todos los medios. Ya lo habían hecho de otras cárceles, pero en esta ocasión, el Comendador se había curado en salud, colocando guaridas que les vigilasen día y noche. Así les llegó la hora de la condena.

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Entre el griterío del pueblo, Drawets y Laurencia fueron conducidos al cadalso. Los calamburianos les lanzaban hortalizas podridas y les insultaban. Al fondo, el verdugo afilaba el hacha. Entonces Drawets, desesperado, oró al Titán. Le pidió que perdonara su ofensa, y que le diera una oportunidad. Terminó la súplica cuando abrieron la portezuela de su carromato. Ascendieron los escalones y se arrodillaron. El verdugo alzó el hacha, y Drawets lanzó una última súplica: si el Titán le perdonaba, se convertiría en su siervo, su adalid, allá donde fuera. Captura de pantalla 2015-04-29 a las 14.32.04No había otro tan locuaz como él en todo Calamburia.

Y así fue cómo, en el preciso momento en que el hacha descendía, Drawets y Laurencia desaparecieron. Volvieron a materializarse en la arboleda de Catch – Unsum. Allí escucharon las palabras del Titán: les había concedido la vida, pero estarían destinados a servirle para siempre y presidir el Torneo. Si alguna vez desobedecían sus órdenes, morirían.

Hay quien dice que los dos hermanos salieron ganando, que conservaron la vida a cambio de un privilegio que muchos desearían. Tal vez sea así desde el punto de vista de un humilde ciudadano, pero no para dos pícaros de sorprendentes habilidades improvisatorias, pues cuenta la leyenda que el Titán, apenado, les confesó que si hubieran aguardado unos días más, les habría llegado una C con su nombre.Captura de pantalla 2015-04-29 a las 14.12.26

III Combate del Trono de Ámbar y VIII Choque de Heroes

COMBATE 4 y choque 7 trono de amabar

28. EL POEMA DE KASHIRI

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Contaré una leyenda

de esas que se rebelan al fuego.

Una de amor y tristeza

Que sobre el corazón permanece luego.

Habla de Kashiri, la guardiana,

de su pasado de felicidad.

De cómo fue engañada

Y la corrompió la maldad.

Era Kashiri una joven princesa,

de pelo largo, liso y rojo.

Vivía alegre, sin preocupaciones,

ni había en su alma enojo

Un verano, como otro cualquiera,

Kashiri conoció a un joven rey.

Ambos se enamoraron,

y hubo boda, como dicta la ley

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Pero en guerra cayó su reino,

y el rey hubo de partir.

Las malas noticias llegaron:

Herido estaba, a punto de morir.

No le quedaba hálito

cuando Kashiri le vio.

Un último beso en los labios

Y su alma voló

Despechada, maldijo Kashiri,

y su maldición fue escuchada.

Acudió el señor del Inframundo,

para tratar sobre el alma robada

Una por otra, dijo el demonio,

una por otra, concedió la mujer.

El príncipe se sintió resucitar,

y ella se notó a perecer.

Al Infierno descendió Kashiri,

sintiéndose fuerte por su amor.

Y cuando al demonio hizo frente

Fue capaz de causarle pavor.

Robole el báculo,

Aquella gran fuente de control.

Y así se erigió Emperatriz,

A cambio de nuca más ver el sol.

Era poderosa en su reino,

ni viva ni muerta, ni dueña ni esclava.

No hallaría más a su príncipe,

ni el amor que le profesaba

Había quedado maldita,

ya no podía salir.

Sólo un nuevo amor despechado,

Le daría fuerzas para resurgir.

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