140 – LAS VENTANAS DEL TIEMPO II: UNA NUEVA SACERDOTISA

Los Inventores viajaron por el tiempo sin control, ya que una fuerza tan poderosa no se puede controlar, sino simplemente encauzar. Y vieron acciones que jamás tuvieron testigos, escucharon conversaciones que no estaban destinadas a ellos y sobretodo, descubrieron la verdad entre la luz y la oscuridad. Este relato es un fragmento de lo que vieron, pero muchas ventanas se abrieron en esta aventura.

Las Marismas de la Confusión son, sin duda, uno de los lugares más inhóspitos de toda Calamburia. Hogar de las Amazonas, pobre de los aventureros que osen explorar sus estancadas aguas cubiertas de lianas (si son aventureras, serán tratadas con infinita hospitalidad).

No solo las Amazonas suponen un gran peligro para los incautos, sino la propia fauna y flora amenaza la vida de los extraños en todo momento. Criaturas escamosas con innumerables dientes, plantas dotadas de vida propia que intentan asfixiar a sus presas, e incluso dicen que en lo más profundo de las marismas reside Van Bakari, el traficante de almas, aunque nunca nadie ha podido encontrar su morada.

Pero si lográis sortear todos esos peligros y conocéis los pasos seguros por las marismas, el aliviado superviviente de tan accidentado viaje suspirará aliviado al descubrir el corazón de un pantano lleno de vida y de colores. Un pequeño poblado de pacíficos nativos, adoradores de los elementos, han establecido sus hogares en pequeñas cabañas por encima del agua. Viven de manera sencilla, honrando al fuego, la tierra, el aire y el fuego.

La tierra es benevolente con este humilde pueblo. A cambio, los adoradores de los elementos entrenan a sus huérfanas desde pequeños para volverse Sacerdotisas de los Elementos, un título que obtienen quienes logran realizar el ritual que les conectan directamente con las fuerzas de la creación.

El Templo de los Elementos es el hogar de estas sacerdotisas, el núcleo de la creación, donde conviven en paz y armonía manteniendo el equilibrio de Calamburia. El templo es enorme y se erige en una pequeña isla alrededor de la cual se amontonan las pequeñas cabañas de los adoradores

Por supuesto, la labor de mantener impoluto y brillante el templo es sagrada, por lo que un pequeño ejército de acólitos se encarga de cuidar de su orden y limpieza, así como educar a todas las aspirantes a Sacerdotisa. Los acólitos son elegidos entre los primogénitos de los adoradores de los Elementos y se trata de una tarea que conlleva un gran honor y estatus.

Es en uno de los patios interiores del Templo donde una joven Naisha trata sin éxito de convocar sus poderes elementales. Frente a ella se sitúan dos cuencos con madera y tierra, una vela apagada y una pequeña veleta de madera. La joven se deja caer al suelo, presa de la frustración:

– ¡Nunca podré ser la Guardiana de los Elementos!

A su lado Kesia remienda una de las túnicas de entrenamiento de la aspirante a Sacerdotisa.

– ¿Por qué dices eso, pequeña? – preguntó mientras no perdía de vista su obra.

– ¡Por que por más que me esfuerce, no ocurre nada!

– Eso es porque no hay que forzar la naturaleza. Debes fluir con ella – respondió con voz amable y ausente.

– No. Quizá es que no soy la elegida, cualquier otra persona lo haría mejor que yo – concluyó Naisha con tristeza, con la exageración de la que sólo pueden hacer gala los niños.

Kesia levantó la vista y miró a la pequeña. Sonriendo, dejó de lado su labor de costura para dedicarse a su protegida.

-¿Y por que piensas que cualquier otra persona lo haría mejor que tú?

– ¡Nada se me da bien! ¡Ni siquiera para lo que se supone que soy elegida! Parezco una Hortelana. Todo el mundo tiene muchas expectativas en mi, y todos están pendiente de lo que hago, y todo lo que hago está mal.

– Es normal, aspiras a ser la Sacerdotisa de los Elementos, pero eres aún una niña. Toda flor ha sido antes una semilla.

– ¡No! ¡Los elementos se equivocaron! Quizás hay otra huérfana por ahí que es la verdadera elegida.

– Escúchame, pequeña – le pidió Kesia mientras se arrodillaba a su lado-. Te voy a contar una historia. Es la historia de una joven que tampoco entendía su lugar en el mundo, hasta que sintió la llamada de los elementos.

Naisha se acercó expectante para escuchar la historia de la Custodia. Escuchó la historia de una chica, a quien avisaron en sueños de que la misión más importante de su vida estaba a punto de empezar. Guiada por las imágenes de sus sueños, recorrió el poblado hasta llegar a la cabaña más alejada. Ahí, entre el viento que empezaba a soplar huracanado por culpa de una incipiente tormenta, un incendio estaba abrasando la pequeña cabaña de paja y adobe. Mientras la lluvia empezaba a caer y el viento avivaba las llamas, la joven entró en la cabaña guiada por unas risas. Ahí vio algo increíble: un bebé, levitando en medio del fuego, mientras las llamas la rodeaban como si fuese un manto digno de una reina. Y en cuanto la vio, lo supo: estaba viendo a la futura Sacerdotisa de los Elementos.

– ¡Ya me sabía la historia del fuego! Pero nunca me hablaban sobre quién me encontró. ¿La joven eres tú? ¿Tú me encontraste?

Kesia volvió a pensar en aquella noche. Decidió volver a omitir el hecho de que las risas que la guiaron hasta el epicentro del fuego no fueron de Naisha: el bebé levitaba en el fuego con una cara de grave sabiduría e infinito poder. No, las risas provenían de otra fuente.

– Así es. Era solo una novicia en el templo, aún no sabía cuál era mi lugar en el mundo. Aún no sabía que mi lugar en el mundo era ser Custodia.

– ¿Y qué te ayudó a descubrirlo? Tengo miedo de ser una inútil. Tengo miedo de ser un fraude.

– Fuiste tú.

– ¿El qué?

– Tú me diste un propósito: cuidar de la Guardiana de los Elementos hasta el fin de mis días. Con eso me basta.

A la pequeña se le llenaron los ojos de lágrimas, abrumada por tanta bondad. Sin poder contenerse, se arrojó al regazo de Kesia para que esta no la viese llorar.

– Te vi hacerlo cuando fuiste un bebé. Puedes volver a hacerlo si no tratas de controlarlo – le dijo mientras la acariciaba suavemente, mesándole el pelo -. Vamos, inténtalo de nuevo, pero sin intentarlo.

– ¡Eso es imposible!

– Vamos fierecilla. No te resistas. Déjate llevar. Concéntrate en la vela.

Naisha se secó discretamente los ojos al incorporarse y se enfrentó a la vela que la miraba burlonamente. Frunciendo su joven ceño, se concentró y buscó la rabia de su interior. Cogió todas sus frustraciones y miedos e hizo un atillo con ellas. Creó una imagen mental de una antorcha en su mente y arrojó todas sus inseguridades al fuego. La vela prendió con un fogonazo, con una llama titilando en lo alto. Naisha abrió los ojos asombrada y la llama se apagó de repente.

– ¡He logrado encender un fuego por mi misma! ¡Soy la Guardiana de los Elementos! – susurró, visiblemente emocionada.

– Lo serás, pequeña. Yo estaré ahí para verlo. Y todos lo verán.

Lo que no sabía Kesia es cuál iba a ser el precio a pagar por guardar secretos. Y sobretodo, a quién iba a custodiar en el futuro.

 


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